Borrar
La próxima cuarentena será de sal y de olas

La próxima cuarentena será de sal y de olas

«Las amigas que llaman mientras tecleo la página del día siguiente también se encuentra en el mismo estado mental: soñar con el fin del confinamiento»

Jueves, 1 de enero 1970

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ahora que el horizonte empieza donde termina la pantalla del ordenador y que el mundo se ha quedado reducido al retazo que asoma por la ventana, juego a diario con el fin de esta era de aislamiento y coronavirus y me evado pensando cómo lo celebraré. Vamos, que me hago un Rozalén, la cantante que ha compuesto el tema Cuando salgamos de esta.

En estos días, donde el ruido de conversaciones de la calle peatonal de Puerto del Rosario ha sido sustituido por el ronroneo de la roomba y otros sonidos de casa, el único Rozalén que se impone es Jarugo: botarme en la playa, respirar la mar del norte, saltar por los riscos y saludar de la mano al primer guiri con el mono de coger olas que me encuentre. Jarugo es la libertad en estos días de aislamiento.

Las amigas que llaman mientras tecleo la página del día siguiente también se encuentran en este estado mental: soñar con el fin del confinamiento, ahítas de las cifras de contagios, de juegos de mesa que todas habíamos olvidado, de quedadas por skype, de yoga por YouTube y del running en la cinta electrónica. Una, con el prisma no tanto del estómago sino de las ganas del rebotallo de gente, no duda en que lo primero que hará es ir al McDonald. No es frivolidad cuando otra quiere volver a darse una vueltita por una tienda sino ansias de normalidad. Celebrar los 18 años de la hija mayor con una fiesta. O simplemente volver a dar un beso al niño al entrar al colegio.

Eso sí, a todas nos une que queremos volver a abrazar a madres y familiares que el coronavirus ha mandado a los confines del mundo. El sueño imposible de tomar el expresso nuevamente rodeada de gente y hasta un quintillo en el kiosco tras terminar las páginas.

Pero, mientras la roomba hace de ruido de ambiente en estos días de teletrabajo, la lista de planes se detiene con la siguiente nota de prensa de Sanidad con el número de contagios diarios. El trabajo diario se ha quedado reducido a esa incógnita que cada día se despeja, aunque con decepción. Y es que la era del estado de alarma ha dejado nuestro futuro en manos de las cifras: Fuerteventura, 23 casos positivos y cero fallecidos. De la isla, pasamos a las cifras de Canarias. Las noticias de la tele amplían la dependencia de los números con el panorama desolador de las víctimas de Madrid y el balance del país, que además se compara a diario con más cifras: la pandemia en Italia o la delantera que va cogiendo EEUU.

Las cifras nos han legado también el ansia por alcanzar El Pico, que ha dejado de ser en esta época de pandemia el título de una película de Eloy de la Iglesia para convertirse en la seña inequívoca de que se acerca el fin del confinamiento y la deseada planicie.

Esta mañana, que la roomba ya se detuvo para a su vez dar una pausa al teletrabajo, juro sobre el ordenador que la siguiente cuarentena será de sal y de olas. Entonces, consigo alejarme de las cifras y del ansiado pico y vuelvo a la libertad que es Jarugo y al abrazo algo brusco de las olas de la mar de barlovento, saludar al sol, margullar y desinfectar la manos en el azul. Dejo de teclear y tarareó a Rozalén: Cuando salgamos de esta.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios