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La ola de mociones de censura

Jueves, 1 de enero 1970

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La batalla política en Santa Cruz de Tenerife tendrá consecuencias al estilo de un seísmo, es lo suyo aunque no sepamos aún su grado y magnitud. Patricia Hernández procura resistir ante un movimiento, gestado en plena pandemia, que difícilmente frenará. Cuanto más ruido haya en relación a la edil expulsada de Ciudadanos, más se enrocará esta en su decisión de derrocar a la socialista; le otorga un aroma (cierto o no) de víctima. Ya son hechos consumados. Y prueba de ello es que estos días, hasta que se ejecute la misma, todo adopta un tono emocional y se cruzan mensajes cada vez más llamativos sobre aquello que se dijeron o dejaron de decirse.

El problema que tiene la aún alcaldesa es el precedente de la moción de censura en La Oliva: Asamblea Majorera gobernaba hasta que recientemente el PSOE y otras siglas llevaron a cabo lo que sufre ahora Hernández. Justo fue una operación donde encima no recaería en un socialista el mando en plaza y lo que se trataba, en el fondo, era arrinconar a Mario Cabrera por aquello de que Acosta podía (y puede si corre la lista) ser censurado en el Cabildo de Fuerteventura. La Oliva era el último reducto de Asamblea Majorera y Acosta pensó que la mejor defensa es un buen ataque. No obstante, no midió las consecuencias que tendría en otras islas y es aquí donde ha puesto a Hernández entre la espada y la pared; indirectamente le ha restado argumentos y legitimidad a la socialista en su intento de defensa. Fuego amigo, en términos militares. Lo que pase en Fuerteventura de aquí a 2023, se irá viendo...

Por su lado, CC se ha crecido y toma impulso a la vez que mira a posibles frentes políticos que pueda activar. Ahora bien, tampoco cambia mucho el panorama mientras el Pacto de las Flores perdure. Todavía CC no ha digerido que el horizonte que le aguarda es el que es si no maniobra a tiempo: con el PP solo ni suma ahora ni lo hará en 2023. Vox desbancó a Ciudadanos (comicios de noviembre de 2019) en la representación al Congreso de los Diputados por ambas provincias y, por ende, lo suyo es que la ultraderecha pudiese entrar en el Parlamento canario la próxima ocasión. Lo único que puede evitarlo es un nacionalismo transversal y bien posicionado. Es el único antídoto. Y prueba de ello es que, al menos hasta la fecha, Vox ni está ni se le espera en Galicia, Euskadi y Cataluña. En las nacionalidades históricas las derechas mesetarias se contraen a la irrelevancia. ¿Realmente CC desea un futuro de pactos con Vox?

El sistema de partidos en Canarias está fragmentado. Una fragmentación, fruto del multipartidismo y de las peculiaridades sociopolíticas de siempre del universo isleño, que en 2023 persistirá o puede incluso que aumente. Habrá una formación, el PSOE, que ocupará una posición de preminencia parlamentaria sin, eso sí, alcanzar la mayoría absoluta. CC descenderá siendo igual, a efectos prácticos, cuánto. Y salvo que acontezcan novedades en el campo nacionalista, el resto de siglas girarán en torno al PSOE que podrá, hasta cierto punto, elegir socios. Y el escenario que se le avecina a CC, la que durante décadas gestionó el poder, será conformarse con ser el segundo del PSOE o sentarse a negociar con Vox. No hay más.

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