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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

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Aún recuerdo aquellos tiempos pre-confinamiento en los que los políticos, en general, se mostraban unidos en la lucha contra un virus que llegaba desde el lejano oriente con ganas de dar un batacazo al planeta. Eran tiempos en los que la izquierda, centro y derecha sumaban esfuerzos para combatir al enemigo invisible. Me embarga la nostalgia al recordarlo...

Los estados de alarma eran aprobados por unanimidad, se aplaudía cada comparecencia de personajes ya ilustres como Fernando Simón ya que explicaban al detalle cada avance del virus y la respuesta de las instituciones e incluso, se ponían en marcha ambiciosas medidas de ayudas económicas, megahospitales como el de Ifema o se cerraban nuestros aeropuertos y muelles en Canarias para blindarnos ante la posibilidad de contagios sin rebeliones de ningún tipo. Fue una época dura, con cifras de contagiados y fallecidos que jamás olvidaremos, pero –en líneas generales– había unidad de acción entre todos los actores protagonistas en lo más parecido a una película de ciencia ficción que ha vivido nuestra sociedad en el último siglo.

Pero como dice el dicho, la cabra siempre tira pal monte, y ya sido acercarnos a la desescalada apuntando de esta manera a la nueva normalidad, y hemos recobrado viejas costumbres como la crispación política, las protestas callejeras y el «y tú más» ese tan recurrente que usan los que carecen de argumentos para intentar tenerlos.

Con la desescalada llegó el enfrentamiento más duro entre las fuerzas políticas, con insultos entre sus miembros y desprecio a los que les votan. Iglesias acusó a Vox de «querer dar un golpe de Estado» pero «no atreverse», mientras insistía en un impuesto a las grandes fortunas para sufragar la reconstrucción a la vez que Álvarez de Toledo le decía que era «el hijo de un terrorista». Todo a la vez que el Gobierno achacaba la crisis en Interior a un pulso de jefes de la Guardia Civil, que jueces y fiscales creían que, tras la destitución de Pérez de los Cobos, podría haber delito, que la juez del 8-M reprochaba a la Abogacía que estuvo un mes sin recoger la documentación del caso o éste último organismo cargaba contra el informe de la Benemérita diciendo que no analizaba «evidencias científicas». Todo ello al mismo tiempo en que la acusación de ese caso pedía a dicha juez que imputara a Simón por «flagrante dejación de funciones». Esto solo es un pequeño ejemplo de lo ocurrido en días, pero aún quedan muchos meses de guerra antes de que podamos dar carpetazo a esta crisis. Pobre ciudadanía, ¡la que nos espera!

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