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Homenaje al ciudadano anónimo

Jueves, 1 de enero 1970

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Dentro de poco, cuestión de días, se terminará el empacho electoral. La fiesta llamará a su fin. Luego vendrá el tema de los pactos, pero lo que es la cartelería, los mítines y las furgonetas con la sintonía se habrá acabado por un tiempo; dudo que la legislatura estatal dure los cuatro años previstos. Hemos asistido a dos campañas seguidas y eso tiene mérito para la gente, que es la mayoría, que vive todo esto de reojo; aquellos que piensan votar, ven si acaso un debate en televisión y poco más. Están a lo suyo. Y se entiende. Los candidatos les prometen el paraíso de la sanidad, la educación y los servicios públicos, pero ellos saben que a final de este mes hay que seguir pagando las facturas del agua y la luz, hacen números para ver cómo acarrean con los gastos escolares de los hijos a la vez que mascullan cómo pagar las dos semanas en el sur cuando llegue el mes de agosto y haya que escapar del encierro de la ciudad. Es verdad, son legión. Unos sufridores silenciados.

Una de las estrategias clásicas de los partidos es intentar desmovilizar al electorado del adversario. Una misión más sencilla que la de procurar ganar adeptos en el bando contrario. Es más fácil que los que no suelen votarte, simplemente dejen de acudir al colegio electoral, que ensoñar que lo hagan por ti. Los manuales en Ciencia Política dan para mucho.

Sin embargo, a estas alturas, la mayoría silenciosa bien que ha aguantado... Es un decir. La jornada de reflexión la saborearán como su oasis espiritual particular en el que respirar tranquilos. Por supuesto, el 26M hay que ir a votar y hacerlo en conciencia. Pero los niveles de politización son los que son y una cosa es el discurso oficial y otro el pulso de la calle. Y si no basta con observar los índices de afiliación a los partidos políticos, directamente reducidos.

En fin, que la tregua tampoco dará para mucho. Y puede que en un par de años estemos volviendo a otra campaña porque a nivel estatal lo de Cataluña bloquee el Parlamento o en las islas el que sea presidente del Gobierno se vea forzado a disolver la Cámara y convocar comicios. El tobogán emocional de la política solo acaba de comenzar. Es lo que tiene la era del multipartidismo acompañado por un sistema electoral que estaba pensado para todo lo contrario: bipartidismo y estabilidad. Cada mañana al volante en el coche soy soberano de qué radio escucho. Una pequeña sensación de libertad que dura lo que tardo de salir de casa y llegar al trabajo. Y, encima, no respondo por ello a nadie. Selecciono en función de mis apetencias matutinas. Quizá, deberíamos incluso votar con más frecuencia. Y no tan solo cada cuatro años. Porque dentro de poco, digerida la sobrecarga electoral, hasta echaremos en falta a los candidatos en nuestra rutina. Ya son parte de la familia.

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