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Gracias Gofiones, gracias Perico

José L. Reina y Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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Es inevitable no soltar una lágrima al ver la gran despedida de Los Gofiones a su alma máter, Perico Lino. Inevitable e imposible. En el tanatorio, mirando a su líder, tambor y chácara en mano, ese homenaje va mucho más allá. Es un canto a la canariedad, al orgullo de pertenecer a esta tierra, y por supuesto, un agradecimiento a la persona que ha logrado transmitir a tantas generaciones, a través de la música, lo que significa ser canario.

Perico Lino se marcha, pero nace una leyenda. Tanto para Gran Canaria, como para todo el archipiélago, Los Gofiones y Los Sabandeños, con Elfidio Alonso al frente, que estos días también llora tan significante pérdida, han acabado a través de sus letras con esa lacra llamada pleito insular. Seas de Tenerife, de La Gomera, de La Palma, o de Burgos, cuando ves esos instantes, de emoción y sentimiento, entiendes que este es un pueblo especial.

Los Gofiones han sabido representar, a lo largo de tantos años, los valores y la esencia de esta tierra, y eso tiene un mérito incalculable. No hay canario de bien, que no sienta un cosquilleo en el estómago cuando escucha el pasodobles Islas Canarias, o cuando ve sobre el escenario a Sabandeños y Gofiones cantando al unísono el ¡Ay mi Gran Canaria!.

Por eso, cuando recibí el momento en el que sus compañeros despedían a Perico recitando alguna de sus letras, con la voz cortada y con una compostura difícilmente imaginable, no pude evitar agradecer haber nacido canario.

La manifestación folclórica de lo nuestro es mucho más potente que cualquier político intentando convencernos de lo contrario. Por eso, cuando un hombre como Perico Lino nos deja, lo único que podemos hacer es recordarlo escuchando tantos momentos gloriosos.

Ahora es deber de las nuevas generaciones seguir transmitiendo este sentimiento a través de la música, que es lo único que seguirá sobreviviendo a tantos cambios fugaces.

Conocí a Los Gofiones gracias a mi padre, al que le encantaba parrandear con sus canciones en interminables tenderetes. Y esa herencia cultural es la que me empuja a sentir en el alma esos momentos.

Por ello, de nuevo, solo queda reiterar el agradecimiento a todas aquellas personas que siguen luchando, a través de algo tan noble como la música, por no perder nuestra identidad. Perico, no te dejes el timple en casa, llévatelo donde vayas, para poder seguir de parranda cuando todos volvamos a coincidir.

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