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Unas elecciones autonómicas dan para mucho. Dos, para demasiado. Y si se trata de autonomías de esas del club de las históricas, pues todavía más. Por eso había tanto interés en los comicios vascos y gallegos, cuyos resultados ciertamente no han decepcionado en cuanto al interés. Y ya anoche daban para interpretaciones en clave nacional a corto y medio plazo.

Para empezar, está claro que vencen dos candidatos de corte moderado. De esos que los ves y los oyes y te recuerdan en ciertos momentos a la UCD de antaño. Sobre todo en las formas. Iñigo Irkullu y Alberto Núñez Feijóo salen victoriosos en unos tiempos complejos, con la pandemia latente y con los nuevos brotes acrecentando la preocupación. Ya es meritorio que no acusen desgaste en la gestión. La otra lectura pasaría por un mayor peso de sus partidos en la escena nacional, pero eso vale más para el PNV que para el PP. Sobre todo porque está por ver si Feijóo no se convierte al final en la mayor amenaza para Pablo Casado. Desde luego sí lo es para Cayetana Álvarez de Toledo, como también para Vox y Ciudadanos, pues el líder gallego representa un espectro tan amplio que abarca desde lo más conservador a lo más centrista.

Tanto en Galicia como Euskadi, el nacionalismo cosecha resultados espectaculares. Hablamos de nacionalismos diferentes entre sí, con el añadido de que en Euskadi una cosa es el PNV y otra Bildu, pero en ambos casos son una clara referencia para el electorado. Y crecen en gran medida a costa de Podemos, que es el gran derrotado el 12J. Pablo Iglesias se lo debe hacer mirar: en Galicia no queda ni rastro de aquella Marea y en el País Vasco el retroceso es notable. El poder ya se sabe que desgasta pero la soberbia y las purgas también. Tanto o más.

En cuanto al PSOE, otro tanto. Sale mal parado en Galicia, con una tercera posición impropia de un partido estatal y más aún cuando el ganador en esa autonomía es el PP, esto es, su rival en la plaza nacional. En Euskadi le queda el consuelo de que es clave para la gobernabilidad del PNV, pero tanto o más como este partido para Sánchez en Madrid.

¿Conclusiones? Un día de éxito para Feijóo y algo menos para el PP -en Euskadi va camino de ser testimonial-; la enésima constatación de que esta España plural no se entiende sin los nacionalismos de diferentes sensibilidades; una jornada nefasta para la izquierda, sobre todo para Iglesias, y la pica en Flandes de Vox en Euskadi.

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