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Pedro Sánchez es cuestionado por la honestidad de su tesis doctoral, Pablo Casado aún no ha demostrado que cursó los estudios como estaba reglado sin aprovechamientos de poder (el dichoso máster) y, ya en las islas, Fernando Clavijo está a la espera de esclarecer su situación procesal en el caso Grúas. Este es el panorama actual que asola a la opinión pública. Desolador. Podríamos pensar que es un guion de una telenovela o de una película oscura sobre las cloacas del poder, pero no lo es. Al contrario, son el nutriente de las portadas de los periódicos en este país; esas que a lo largo del día alimentan las tertulias de las radios y son repasadas por la noche en algunos canales informativos para adelantar qué nos espera mañana a modo de siguiente episodio. Lo más parecido a lo que vivimos podría ser la Italia de la década de los años ochenta repleta de podredumbre, Gabinetes que duraban dos asaltos y declive del orden público. El sistema constitucional de 1978 está siendo puesto en duda y a saber si resiste las embestidas de advenedizos y populismos de toda laya. Acaso quién aguanta esto de forma interminable. Pasan los días y los tres citados (podríamos incluir más a lo largo y ancho de la geografía nacional) son la diana de la agenda informativa. Ya es tendencia.

Cuando la democracia no se cuida y, por lo tanto, tiende a derrumbarse, el precio a pagar por la ciudadanía es muy alto. Por todos, no solo pierden los votantes de un partido o del otro. Cuando se hace añicos la credibilidad ganan los poderosos, aquellos que no requieren de servicios públicos ni de abogados de oficio y que pueden ir a votar como el que va al parque a dar un paseo como si fuera un recreo. En un capitalismo globalizado con espíritu de casino, si no somos capaces de contenernos a nosotros mismos (de respetarnos) otros harán grandes negocios a nuestra cuenta. Es como en las guerras, que siempre hay oportunistas que se enriquecen a cargo de la desgracia ajena. Esto, más o menos, es lo que ocurre cuando el sistema político se descompone. Una jornada nos enteramos de una cosa, mañana de otra y pasado asoma la primera con nuevos detalles. Y así, poco a poco, la magnitud del borrón crece y la desconfianza prima en la sociedad. Algunos dicen que es que el ventilador se ha puesto en marcha: ensuciar al adversario como respuesta de lo que me acusan. La vieja táctica. Aunque sea lo que sea, el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición (el poder del momento y su alternativa) no pueden tener estas circunstancias eternamente. Si no se italianiza la política y entonces la Transición, con sus luces y sombras, será prehistoria.

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