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Cada vez van necesitando menos motivos, o quizá es que directamente ya ni saben a qué agarrarse. Por último, la excusa fue un error de protocolo de Pedro Sánchez y Beñoga Gómez. Momento incómodo, caras de aprieto y fin del asunto. O eso debió ser. Pero no. Para la derecha rancia española fue un motivo más de algarabía. Por Twitter inundaron las publicaciones de los acólitos de Casado y Rivera escandalizados con la equivocación y burleteros hasta llegar al menosprecio por un fallo tan humano como intrascendente. Para eso han quedado.

Sobre todo sabiendo que esta tontería del protocolo es una absurdez que se lleva hasta su máximo exponente cuando la realeza está de por medio. Que no hay que venerar a nadie, que Felipe no tiene sangre azul. Es solo un ciudadano más que tuvo la suerte de ser descendiente de otros afortunados y llevar una vida llena de lujos y esfuerzos ahorrados. La reverencia hay que tenerla con quienes acumulan méritos para recibirla, y no por obligación y solo por pertenecer a un linaje determinado. Ya no estamos en la edad media. ¿Qué fue un ridículo de Sánchez romper el protocolo del besamanos al rey? Lo ridículo es que en el siglo XXI exista un besamanos a un rey.

Encima, se desveló que el error, la minucia llevada a escándalo, no fue de Sánchez. La idea inicial era que la pareja esperase unos minutos junto a los reyes y al resto de representantes de los tres poderes del Estado que la seguían para que se pudiera captar una foto de todos ellos juntos. La Casa Real sacó un comunicado para aclararlo 24 horas después, quizá para que se hablase del tema un día más. Quién sabe...

Pero la cuestión no es repartir culpas, aunque en este tema el presidente haya recibido palos por un error que no fue suyo, sino denunciar el nivel al que se ha llegado con tal de desprestigiar. Afán de protagonismo, okupa, principiante, cabeza de serrín... Los insultos se cebaron con el líder del PSOE, tanto por las redes como en el posterior desfile. «Los mismos que señalan ferozmente indignados una metedura de pata en el protocolo comprenden y alientan, en cambio, que el público de un desfile militar -que ellos tienen por solemne- se salte a la torera la formalidad del momento insultando con rabia al presidente. Persiste un clasismo visceral que alimenta la idea de que el poder siempre ha de estar en manos de quien nazca sabiendo cómo ha de colocarse en un besamanos», escribía con brillantez Elvira Lindo en El País. Los cuerdos todavía son mayoría.

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