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Ayer fue 9 de mayo, se celebró como cada año el Día de Europa, que muchos creen que se debe a que esa fue la fecha en la que oficialmente acabó la Guerra en Europa en 1945. Es así y no, porque esa fue también la fecha de la histórica Declaración realizada el 9 de mayo de 1950 por el entonces ministro francés de exteriores, Robert Schuman, que supone el embrión de lo que luego llegaría a ser la UE. Pero es obvio que esa fecha no fue elegida al azar, lo que suponía que una avergonzada y mutilada Alemania entraba en el juego en la fecha de su gran derrota, aunque se dijera entonces que era la derrota del nazismo y el fascismo, aunque este último siguió vivo en España 30 años más, y pudiera ser que fuese un cadáver zombi, porque a veces da la impresión de que ha vuelto a la vida.

La mayor parte de las incontables guerras europeas tuvieron como contendientes a británicos, franceses, alemanes y españoles. Pero en las más sangrientas solían aparecer germanos y franceses, lo cual llevó a Schuman a intentar asociaciones económicas entre Francia y Alemania, uniendo a otros países, porque cuando el dinero viaja en el mismo barco, no valen los motines para evitar ambos perderlo todo. Así nació la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero), embrión del esta Europa que tarda demasiado en creer en sí misma. Pero que no falte la fiesta, el 9 de mayo es Día de Europa. Lo que nos advirtió Schuman es que esa UE tuviera que ser bendecida, cuando no controlada, por Estados Unidos, que justo un año antes había metido a media Europa y Canadá en la OTAN. Así que hubo que bailar la música de dos orquestas, la político-militar de la OTAN y la económica de Europa. Y claro, así no hay quien coja ritmo.

Pero cada 9 de mayo, parece que venga recitando Rubén Darío «¡Ya viene el cortejo! /Ya se oyen los claros clarines», celebraciones a veces conjuntas, otras por separado, y en Moscú, que para entonces era el enemigo, también la misma fecha, celebrando la derrota de Alemania, y se han ido mezclando los alemanes, los nazis y ahora los neonazis (zombis otra vez), que parecen la misma cosa, y a Alemania empieza a no hacerle gracia que se siga machacando, aunque hay que recordar que lo de los nazis es espeluznante hasta en el recuerdo, pero no todos los alemanes eran nazis (¿o sí?).

Los franceses tampoco pueden presumir de demócratas antinazis. Me explico, montaron el gobierno colaboracionista de Vichy con un héroe de la anterior guerra (Mariscal Pétain) al frente. Muchos trenes cargados de judíos y de otros elegidos para su desgracia partieron desde Francia hacia los campos de exterminio. Francia no puede hablar muy alto del holocausto. Ya se encargó de tirar de la manta el novelista francés Premio Nobel Patrick Modiano. Como tampoco Italia, que hizo una cabriola histórica y acabó la guerra subida al carro del vencedor, pero ya saben lo del Eje con Berlín y Tokio y otras burradas que contaron con el apoyo italiano a Hitler.

Bien, pues ahora todos son demócratas amparados en el poder del dinero de los del Norte (pregunten si no a los griegos), todos son vencedores y suenan las fanfarrias rubenianas también en Moscú, que también fue un vencedor de la II Guerra Mundial, y ahora el Kremlin también quiere acabar con el nazismo, que está en Europa, y que ha querido rodear a la Gran Madre Rusia. Por cierto, muy vistoso, «Oro y hierro, el cortejo de los paladines» por la plaza Roja de Moscú, luciendo la bandera de la hoz y el martillo y hasta la de los zares, o sea, el imperio ruso. Y ese ¡Hurra! Gritado a coro en dos sílabas por las tropas resultó muy rubeniano. Eso es lo que tienen los desfiles, todo trompetas, clarines y uniformes relucientes. La guerra es otra cosa, escombros, sangre, dolor y muerte, pero su representación en las capitales lejanas a los frentes es espléndida. Hay que decir que el presidente ucraniano Zelenski se decantó por una celebración ascética y neorrealista.

Así que de lo que se trata es de pregonar que todos luchamos contra el nazismo, se reescribe la Historia y ahora todos se opusieron a Hitler. La lista es larga y cansina, sabremos qué pasó con Suecia, qué hicieron los croatas, cómo se aprovechó Suiza… Ni el Vaticano se salva. Pero nada, ¡Vivan los paladines antinazis, sean de donde sean! ¡Viva Rubén Darío! (Y Galdós, que hoy es su cumpleaños).

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