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«Bendita sobreoferta. Cuanto mayor oferta cultural haya, mejor». Recuerdo como si fuera hoy cuando recibí esta respuesta en una rueda de prensa en la que se presentaba una actividad cultural organizada por la Sociedad de Promoción del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Aconteció hace un par de años, cuando desde esta entidad se tiraba el dinero público a paladas para contentar amistades y ganar respaldos hasta llegar a la quiebra técnica actual, que el nuevo grupo de gobierno ha solventado en parte, como ya hizo en ejercicios anteriores con Augusto Hidalgo como alcalde, con una vergonzante inyección extra millonaria aprobada en el pleno del pasado viernes. Digo en parte porque les queda por pagar todo lo que se programó, sin tino y de nuevo a paladas con un dinero que no existía, desde enero hasta junio del presente año.La respuesta mencionada (prefiero omitir el nombre de su autor o autora) es un disparate. No lo digo yo. Lo afirman los profesionales del sector escénico y musical grancanario. Y es que denuncian (en privado, por miedo a represalias) que no solo se programa demasiado, sino que se contraprograma, lo que al final, evidentemente, perjudica a todos. Que se haga entre empresas privadas es lícito y lógico. Pero con dinero público (haya o no en las arcas) es una vergüenza y un despropósito mayúsculo. Todos apuntan la necesidad de que se cree una figura (Cabildo y Ayuntamiento, ¿dónde están?) que ponga orden, que diseñe un mapa anual, ajustable cada seis meses con las distintas propuestas que se reciban, para frenar esta locura. No es tan difícil, solo hace falta sentido común y ganas.
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