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Comienza el mes de agosto y es momento de desconectar. En verano el tiempo se detiene, las tardes se tornan más largas y emerge el tiempo de la reflexión. Algunos lo llaman cargar las pilas. Otros se limitan a ver cómo transcurren los días en sigilo mientras sienten que la mente se despeja. Es un mes de lecturas, tanto de ensayos como de novelas, para oxigenarse antes de volver a la rutina. También son semanas para el paseo, la conversación y saborear de las pequeñas cosas que el ajetreo diario impide.

Entrar a valorar el año político que hemos tenido y el que nos espera, no solucionará nada. Pronto, otra vez, los titulares coparán la actualidad y retornará la pasión por lo que va pasando en Canarias y a nivel nacional, con o sin repetición de las elecciones generales. Aunque tiene toda la pinta que tendremos una nueva cita con las urnas.

Agosto siempre ha sido sinónimo de quietud, de bendita calma. Hace décadas la gente se despedía antes de irse de vacaciones. Había un ritual en la ciudad de quedar con los amigos o parientes antes de partir al pueblo de la meseta peninsular o aquí en la isla marchar hacia Tafira y las medianías. No existía el concepto de turismo en el sur. Todo esto parece el mundo de ayer. Hoy la globalización e internet no solo lo ha roto sino que impiden quizá desconectar del todo. El móvil nos enchufa al resto y si lo perdemos o se rompe es como si todo se viniera abajo. Algunos hablan de ansiedad y cosas por el estilo que encima se agudiza si nos ceñimos a las generaciones más jóvenes.

Lo único que les puedo desear es que descansen. Que no todo se acaba aquí. Y aquellos que pasen por un mal trago ya verán que antes o después se disipa. Los problemas no duran siempre. Aunque reconozco que estar agosto ocupado con un quebradero de cabeza es como no disfrutar. Y mira que hay películas y libros pendientes... Y cuando cae la tarde y refresque la noche no deje de tomar un vino o una cerveza para degustar esos pequeños momentos. Prácticas que merece la pena no perder y a poder ser es mejor a compartir con las personas que apreciamos. El verano es sinónimo de muchas cosas: emociones, amores y desamores, compañerismo... Y de retrasar u olvidar directamente el despertador. Esas minucias de libertad que valen oro tras un año de intenso trabajo. Esta columna es tan solo un brindis al mes de agosto, al verano y al descanso. Sus líneas las lleno al golpe del instante pensando en la romería de Santa Brígida que se encuentra en sus fiestas, el horario del primer partido de la Unión Deportiva Las Palmas como local al estrenar la temporada y en menesteres de dicha naturaleza que hacen que uno quisiera que todo el curso fuera agosto. Algunos sostendrán que eso sería aburrido. Puede ser. Pero no hemos venido a la vida a sufrir sino a divertirnos. Sean felices.

Rafael Álvarez Gil

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