La venganza

Del director ·

Isabel Díaz Ayuso se presenta como víctima

Llegó ayer Pablo Casado a la reunión de la Junta Directiva Nacional con cara de circunstancias. No era para menos: tenía que despedirse a sabiendas de que le aplaudirían, incluso poniéndose en pie, los mismos que habían renegado de él hace unos días. Esos a los que él dejó que entrasen en el foro de los elegidos para llevar las riendas de los partidos. Así se escribe la historia, tanto en las formaciones políticas como en la vida misma. Dios los cría y ellos se juntan, que dice la sabiduría popular.

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Su discurso evitó mayores reproches. Hilando muy fino, solo sobresalió la reiteración de que no hizo nada malo, o al menos no lo hizo intencionadamente, y sobre todo una advertencia para el que vendrá después: lo que pasó en los últimos días entra en los anales de la peor historia del Partido Popular. Acierta Casado con ese mensaje, pues ya puede Alberto Núñez Feijóo tentarse la ropa, de manera que el día que no haga lo que consideren quienes expulsaron a Casado del paraíso, le puede suceder lo mismo.

Tras la despedida, emitida en vivo a la militancia y los medios de comunicación, llegó el apagón informativo. Y solo el hecho de que se haya filtrado con todo lujo de detalles lo que allí se dijo, demuestra que las heridas siguen abiertas en el PP y que hay quien piensa y actúa por ellas. Otra sutura que deberá realizar Núñez Feijóo, con buena dosis de desinfectante y antibiótico de amplio espectro para que el problema no estalle a corto o medio plazo.

En esas intervenciones, quedó claro, por lo que ya sabemos, que hay un sector del partido que no se da por satisfecho con la salida de García Egea y Casado de la dirección. Claman venganza e Isabel Díaz Ayuso es la que se presenta como víctima, al tiempo que es también la que se empeña en colocar la guillotina política en las puertas mismas del PP, en la calle Génova. La presidenta madrileña ha ganado pero quiere hacerlo matando, cobrándose un par de piezas y colocándolas en el salón de su despacho, para que nadie más se atreva a dudar de su honorabilidad. Ni a toserle. Ni a pronunciar su nombre en vano. Ni a hablar de ella a sus espaldas...

El resultado es un Pablo Casado que está condenado a un ostracismo que seguramente se ganó a pulso pero este ánimo de revancha no parece que encaje demasiado en el talante de Núñez Feijóo. Frente a la duda permanente que siempre se le atribuye al político gallego, está la beligerancia de Ayuso y los suyos. Veremos cómo conviven esos dos PP.

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