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Urgencia climática

Tribuna libre ·

La cumbre sobre el calentamiento global tiene el reto de convertirlo en una auténtica prioridad, pese a las dificultades del momento

Domingo, 6 de noviembre 2022, 00:33

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La lenta destrucción del planeta por la acción del hombre es una evidencia que se manifiesta con una creciente crudeza. El hemisferio sur empieza a sufrir los estragos de una meteorología extrema, que lo mismo se traduce en asfixiantes sequías que en inundaciones sin precedentes, mientras en el norte se suceden episodios de calor de una intensidad desconocida. Unos fenómenos que se multiplicarán hasta niveles alarmantes y con consecuencias catastróficas si no se adoptan con la urgencia debida acciones eficaces para frenar el calentamiento global. A ellos hay que sumar un descomunal coste económico y el impacto en la salud de las personas. La ONU comienza hoy en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij su 27 conferencia sobre la crisis climática, en la que evaluará el grado de ejecución de las medidas aprobadas en citas anteriores y debatirá nuevas herramientas para afrontar uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta la humanidad. Por desgracia, nada invita al optimismo.

La guerra en Ucrania, la crisis energética y la desbocada inflación han disparado el uso de combustibles fósiles y arrinconado el objetivo de la descarbonización. Además, los rimbombantes discursos cargados de buenos propósitos y los compromisos adquiridos en las últimas cumbres están muy lejos de verse plasmados en hechos. Naciones Unidas ha apuntado como gran objetivo de la COP27 multiplicar hasta por diez las ayudas de los países desarrollados a los más vulnerables al cambio climático no solo para prevenir daños, sino para paliar los ya causados. «Necesitamos más inversión para salvar millones de vidas de una carnicería climática», ha proclamado su secretario general, António Guterres. Ello supone instalar el calentamiento global en la agenda de prioridades de las grandes potencias, donde nunca ha acabado de estar y ahora parece aún más difícil que lo haga por el contexto económico y geoestratégico.

Sin embargo, la situación no admite más demoras. La cumbre debe suponer un punto de inflexión que permita reactivar con medidas coordinadas la lucha contra un problema cuya gravedad no es discutible. Es necesario que de ella salga una hoja de ruta que comprometa a los países que están en el origen de la crisis climática. Abordarla con éxito implica colocar esa ambición colectiva por encima de los egoísmos nacionales que han prevalecido hasta ahora. No parece sencillo, menos aún cuando aprietan las urgencias del momento. Pero no hay otra salida.

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