Una de piratas

Así ocurre en las películas y también sucede en Canarias desde que CC se ancló en el poder en 1993. Los líderes del PSOE y del PP se enrolan en academias de élite durante su temporada en la oposición, se licencian con honores, siguen la cadena de mando... pero cuando llega la hora de aplicar todo lo aprendido, se encuentran con capitanes con pata de palo y parche en el ojo formados en la «escuela de la vida», que diría un expresidente canario.

Las estrategias funcionan sobre el papel, pero son absorbidas por el triángulo de las Bermudas cuando unos nacionalistas con cuchillos entre los dientes se afanan en defender su tesoro: un botín forjado con poder absoluto y sin contestación en décadas. El PP ha sido el último partido en sufrir la derrota, pero ya advertía la semana pasada el portavoz del PSOE en el Parlamento que también su escuadra fue hundida por estos lobos de mar en tiempos bastante cercanos.

Y es que con CC, la lucha siempre es desigual. Asier Antona pensó en algún momento que sus lustrosos cañones, sus modernas carabelas y sus adiestrados subtenientes le darían la victoria, pero una simple bengala en Madrid bastó para hacerlo volver a la realidad. El resultado de tanta pólvora mojada es palpable e indiscutible: el PP se queda sin cuatro consejerías y la Autoridad Portuaria de Las Palmas, pero además tendrá que apoyar al Ejecutivo en minoría de Clavijo en los asuntos trascendentales.

Echarse a la mar sin suficientes provisiones en la bodega te expone a deponer armas desde que el asedio se alarga. Puedes lanzar un ultimátum e incluso cumplirlo como hizo el líder del PP regional, pero Jack Sparrow ni tiembla cuando tiene una cita en Moncloa con Rajoy que le garantiza seguir navegando al menos dos años más en La Perla Negra. Sopla viento de popa y esa lección la olvidan los estirados oficiales. Nunca los piratas.