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Un paseo por Gáldar

Un paseo por Gáldar

José L. Reina

Jueves, 1 de enero 1970

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Mantengo con el municipio del norte de Gran Canaria una relación de amor y admiración. Pasear por sus calles es sentir la grandeza de la que un día fue gran capital de Gran Canaria, sede de los guanartemes, y que posee una enorme riqueza cultural, artística, y arquitectónica.

Desde el impresionante museo y parque arqueológico Cueva Pintada, perfectamente cuidado por el Cabildo de Gran Canaria, que ejerce una labor de mucho valor para que la población pueda disfrutar de esta riqueza, y siendo, por supuesto, un reclamo turístico que tanto la isla como el municipio han sabido explotar con la inteligencia que merece, hasta la no menos valiosa casa museo de Antonio Padrón, que atesora verdaderas joyas de artistas como Manrique, Felo Monzón, Fleitas u Oramas. Visitar el taller de Antonio Padrón, que se conserva en un estado que impacta, porque da la sensación de que salió de allí hace cinco minutos, supone que la visita al municipio norteño ya merezca la pena.

La iglesia de Santiago de Gáldar, las Casas Consistoriales, en cuyo patio interior se encuentra el imponente drago más longevo de Gran Canaria, el Teatro Consistorial, o el Casino, demuestran que no estamos ante un municipio cualquiera, sino ante una verdadera joya de esta isla.

Un paseo por la calle Capitán Quesada, popularmente conocida como Calle Larga, un café en la Plaza de Santiago, o un picoteo en cualquiera de sus numerosas tascas, hacen de Gáldar, o de Agáldar, un lugar realmente placentero. Los numerosos palacetes que nos encontramos a cada paso, junto al relajado bullicio de la zona comercial abierta, contrastan con la costa, con la playa de Sardina del Norte como baluarte principal. Estamos, en definitiva, ante un proyecto de gestión pública que puede servir como referente para todos esos municipios que batallan para mantenerse, aunque sea, con habitantes.

En las últimas elecciones municipales, Teodoro Sosa volvió a revalidar, por cuarta vez, y con mayoría absoluta, la alcaldía del municipio.

En plena época de pactos, de ecuaciones imposibles, de negociaciones interminables, del juego de la democracia, al fin y al cabo, en el hermoso municipio de Gáldar su población lo tiene claro. Un pequeño paseo por sus calles nos harán entender, a los que allí no vivimos, que aquello funciona. Y lo que funciona no se toca, se mantiene.

¿Qué le queda a Gáldar? Lo que decida su gente. Desde luego, el mantener todo su patrimonio, que no es poco, el seguir siendo un referente y motor económico del norte, y sobre todo, en seguir enamorando a tantos que por allí pasamos.

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