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Las cifras diarias de fallecidos me sacuden la cabeza, golpean mi pensamiento y me trasladan al sufrimiento de los familiares, al esfuerzo ímprobo de los profesionales sanitarios y a la tragedia que estamos viviendo. Salir a la ventana y aplaudir con fuerza es el refugio que nos queda para poder sobrellevar una situación desesperada que se alargará en el tiempo. Afrontamos la tercera semana de confinamiento, empieza abril y las horas siguen pasando con la esperanza de poder acabar cuanto antes esta pesadilla, agarrándonos en un callejón inesperado a cualquier impulso que nos haga avanzar, a base de rutinas inesperadas entre cuatro paredes.
Soñar no cuesta nada y hemos entrado en una época de sueños. Ese aliento necesario para ver la luz al final del túnel nos hará más fuertes para seguir dando pasos y contribuir entre todos a que esta pandemia pase y nos devuelva a nuestro mundo de prisas, histerismo y locura. Muchos se refugian en el cambio que tendrá la sociedad tras este periodo inesperado, pero mucho me temo que dentro de un año, si es que somos capaces de reflexionar, estaremos en la misma dinámica de antaño.
Hablamos de pasado, de situaciones pretéritas, de lo que echamos de menos el compatir, el abrazarnos o el besarnos, pero todo llegará. Un día más, un día menos. Así nos encontramos ahora, a la espera de momentos de alegría que nos fortalezcan la moral. De repente, de la noche a la mañana, el mundo se ha detenido. La pausa ha llegado. Nieve en la cumbre, corren los barrancos, pero nos imaginamos nuevamente el verdor de nuestros campos y la belleza de nuestro entorno con un anhelo que antes no valorábamos.
Los gestos tomarán importancia cuando esta película, que a veces parece de ciencia ficción, llegue a su fin, aunque volveremos a la rutina de manera escalonada y con ciertas restricciones. Quedarnos en casa es nuestro papel en esta batalla y así debemos continuar.
Cerrar los ojos y pensar en lo que tuvimos hace semanas y ahora lo echamos de menos es un buen ejercicio, así como mantener dentro de casa nuestras rutinas mientras los niños corretean o se alejan del mundanal ruido con el dichoso Fornite. Nos queda menos, esa es nuestra esperanza, para acabar con el encierro, un término más cotidiano que el confinamiento. Ahora hago kilómetros en el pasillo de casa para despejar la mente, y me quedo con una frase que el pasado lunes me dijo Ángel Víctor Torres, presidente del Gobierno de Canarias: «Pronto saldremos a correr. Ya verás». Ser positivo, ese es el camino a seguir.
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