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Un debate sin sentido de Estado

Canarias7 Editorial

Jueves, 1 de enero 1970

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El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez pone en marcha el contador para la disolución de las Cortes y la celebración de elecciones generales en noviembre. Hay dos meses por delante para otros intentos pero, tras lo vivido entre el lunes y el jueves, y después de escuchar las reacciones de los principales actores políticos, casi nada invita a confiar en la articulación de una mayoría por vía de urgencia.

Las responsabilidades son múltiples pero se sitúan sobre todo en el lado de la izquierda. Más aún cuando tenía a su favor lo que, a priori, parecía el principal escollo: el apoyo, en forma de abstención, de los nacionalismos independentistas.

Pese a ello, el Partido Socialista y su líder optaron por una estrategia negociadora que lo dejó todo para la última hora, pidiendo al mismo tiempo al Partido Popular y a Ciudadanos que facilitasen la investidura para que el país saliera del limbo institucional y, en paralelo, intercambiando con Podemos propuestas para un reparto de carteras ministeriales.

En cuanto a la formación que lidera Pablo Iglesias, ha demostrado nuevamente que le falta sentido de la responsabilidad. Confundir la supervivencia del proyecto político y de los liderazgos personales con las cuotas de poder en el Consejo de Ministros no es el mejor ejemplo de regeneración y menos aún de la pretendida «nueva política». Porque llegó un punto en que Pedro Sánchez hizo bien al plantarse ante las exigencias de quien, para empezar, no garantiza el apoyo unánime de sus siglas, como acaba de verse ahora con Izquierda Unida a las primeras de cambio.

Para salir del impasse actual es preciso contar con sentido de Estado. Los retos que están ya a nuestras puertas son mayúsculos y no van a esperar por el Gobierno de España. Y al frente de la lista aparecen dos de extrema urgencia: la materialización de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y unas autonomías que encaran la confección de sus respectivos presupuestos con unas cuentas estatales cuya prórroga se extiende en el tiempo. Y todo ello con un horizonte económico cargado de nubarrones por la desaceleración y la vuelta a las guerras arancelarias que impulsa Estados Unidos con el talante proteccionista de Donald Trump.

Si al final vamos a otras elecciones, no será porque los electores se equivocaron con su voto en los comicios de abril. Será porque los elegidos no han estado a la altura de su deber como representantes de la soberanía popular. Y visto lo visto esta semana en el Congreso, es evidente que no lo han estado.

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