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Turismo: reflotar nuestro ‘Titanic’

Jueves, 1 de enero 1970

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Había generado bastante expectación el pronunciamiento que la Comisión Europea tenía previsto realizar el pasado 13 de mayo en materia de política comunitaria en cuanto a turismo y a transportes. Y a mi modesto entender, lo que realmente se cumplió fue la profecía de los habituales corresponsales de prensa en Bruselas en cuanto a que «la mayor o menor presencia de comisarios europeos en una misma rueda de prensa es inversamente proporcional al interés, efectividad y contundencia de las posibles medidas (socioeconómicas) comunicadas». Cinco Comisarios. Cinco.

El covid-19, amén por supuestísimo de las irreparables pérdidas de vidas humanas y de los daños físicos y emocionales sufridos por enfermos, familiares y personal sanitario, también ha sido un torpedo en la línea de flotación de ese barco-motor-económico llamado turismo. Llevándolo temporalmente a pique cual metáfora escena propia de Titanic en la que los turistas, primos, tíos, y demás familia, cuáles náufragos, eran subidos a los botes para ser repatriados; a la vez que nosotros, canarios de pro y cuales músicos titánic-os, no dejábamos de interpretar el mismísimo Más cerca, oh Dios, de ti que cuenta la leyenda tocaron Wallace Hartley y su banda antes de sentir el frío Atlántico, violines en mano incluidos.

Tras dos meses de absoluta inactividad económica y turística, en materia de (des)empleo han sido por ahora los ERTE (los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo por causas de fuerza mayor) los que se han transformado en relativas y coyunturales tablas de flotación para el sustento de las Roses y de los Jacks de todo el país. Más aún en Canarias, tierra, destino y espacio laboral turístico por excelencia. ERTE que, por ahora, se prevé se prolonguen al menos hasta el 30 de junio. Y que ya veremos si se prolongan hasta final de año, tal y como con razón demandan las empresas del sector.O si el irse a pique se extiende definitivamente cual otra dura econodemia al turismo e industrias y servicios complementarios. Que ojalá no.

Hasta tal punto lo antes referido de Canarias y lo de por excelencia, que si en el Top 10 de los Estados Miembros de la Unión Europea cuyo .IB depende en mayor medida del Turismo la clasificación la lidera Croacia, con un 25%, y la cierra Alemania, con una dependencia turística de su economía del 9%, ni les cuento que para Canarias –si fuera un Estado Miembro y no una Región Ultraperiférica- tendrían que crear un Top Champions o algo así, dados sus ya archiconocidos datos del 35% PIB turístico y del 40%-70% de empleo directo e indirecto generado por el sector servicios. Y encima siendo islas, no como ellos.

Quizás por esa urgentísima y necesaria reactivación económica del archipiélago, personalmente reitero esperaba algo más de concreción por parte de la Comisión Europea en cuanto a más y mejores medidas concretas, directivas y reglamentos turísticos comunitarios a desarrollar y a aplicar ipso facto, en lugar de tantas recomendaciones a los estados miembros que, en la práctica, ya habían sido adelantadas o propuestas por los propios países vía sus instituciones, empresas y organizaciones del ramo.

Ese turismo fundamental para la inmediata supervivencia económica de millones de hogares españoles al que, por cierto, hace unos días, todo un ministro de España -el de Consumo- ha desdeñado manifestando en plena comisión parlamentaria que «...(el turismo) es un sector de bajo valor añadido...», y por cuyas insensatas, lamentables e incomprensibles declaraciones la las más importantes empresas del sector ya exigen su dimisión. Tanto trabajar la Marca España durante años por gobiernos de uno y otro signo para que ahora todo un ministro del Reino catalogue públicamente a nuestro turismo poco más o menos que como basura. ¿De verdad que España se puede permitir el lujo (y el gasto – no demagogia-) de contar con ministr@s, de nulo valor añadido?

Volviendo a la Comisión representante de esa Europa que nos da de comer en las islas en forma de envío anual de unos 12 millones de turistas, lo que vino a comunicar no fueron sino una serie de recomendaciones (al menos se agradece el intento) a fin de aplicar todos los países U.E. las mismas políticas para el sector del turismo y del transporte. Recomendaciones en forma de los numerosos should y may (deberían, podrían) que, ante el actual y excepcional escenario socioeconómico, opino de mayor e inmediata efectividad hubiera sido un ¡fiiiirrrrmes!. Con decisiones y medidas estructurales que realmente cambien el rumbo actual de la economía y modulen el futuro del turismo y del transporte en Europa.

Directivas y reglamentos, que no recomendaciones, para el restablecimiento progresivo de los servicios de transporte y de la conectividad en todo el territorio U.E.; en materia higiénico-sanitaria a considerar por viajeros, empresas e instituciones del sector; para el restablecimiento de las (no) fronteras interiores y la libertad de movimientos de los ciudadanos Schengen en tres fases; para la reactivación de los servicios de las empresas turísticas conforme a lógicos criterios de prevalencia de la salud; y en materia de defensa de los consumidores y de opciones de futuro (liquidez) para las empresas, sobre todo para ese 90% de Pymes que existen en el viejo continente. En definitiva, para una auténtica Europa.

Un solo ejemplo de importantísima medida para Canarias sería la de confirmar el total desarrollo e implementación del Cielo Único Europeo, el Single European Sky. ¿Y qué tiene ver el Cielo Único Europeo con el 0 o parón turístico a corto, medio y largo plazo? Pues que para sobrevivir nosotros como destino turístico insular, fragmentado y alejado, nos resulta fundamental el que a su vez se priorice la supervivencia de todas esas compañías aéreas que hacen de correa de transmisión entre Canarias y los mercados turísticos de los que nos nutrimos. Ya que sobreviviendo ellas, salimos nosotros adelante. Y una clara forma de que la U.E. lance un auténtico salvavidas a las líneas aéreas en forma de estímulos organizativos, económicos y financieros es precisamente a través de esa figura del Single European Sky.

En lugar de que la organización de un vuelo, pongamos, Fuerteventura-Polonia, siga dependiendo de acuerdos bilaterales entre todos los países por los que sobrevuele ese avión (cuenten: España con Francia, Francia con Austria, Austria con Alemania, y Alemania con Polonia), Europa como único ente a través de la Agencia Europea de Navegación y Seguridad Aérea (EASA) organizaría los cielos, acortaría las rutas y tiempos de vuelos, incrementaría la seguridad en el aire y reduciría la contaminación por combustión de queroseno.

Lo que traducido al canario vendría a significar sólidas empresas aéreas transportistas de turistas (futuro de la conectividad garantizada); precios más económicos de los billetes de avión ( igual a más demanda); mejores mecanismos de seguridad en el aire y en instalaciones aeroportuarias (incluyendo criterios comunes de seguridad higiénico-sanitaria); y, además, disipación del fenómeno socio-medioambientalista de la vergüenza a volar (desterrar para ese estratégico volumen de mercado el concepto de Canarias como destino turístico muy alejado en cuyo alcance un avión contamina demasiado).

Estamos tocados. Pero no hundidos. Agradezcamos las recomendaciones, pero demandemos normas, decretos, directivas y reglamentos prácticos, útiles y eficaces. Aún sea que en la fase 0 de este excepcional momento nos toque priorizar que se salven primero esos remeros del cielo. Que con su anhelada próxima y valiosa carga estamos aún a tiempo de reflotar y de volver a hacer zarpar a ese nuestro buque insignia de nombre Turismo.

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