Tres apuntes para cerrar la semana
Del director ·
Si la OTAN es solución, que también lo sea para lo nuestro
Salto de la valla en Melilla. Las alarmas volvieron a saltar con lo ocurrido ayer, con cientos de personas tratando de entrar de manera irregular en la ciudad autónoma española y con varios muertos y decenas de heridos en el lado marroquí de la valla. Entre esas reacciones de alarma, la del presidente melillense, que llegó a invocar una intervención de la OTAN, ahora que tanto se habla del flanco sur de la Alianza. Es evidente que estamos ante hechos muy graves y que no deben repetirse, como tampoco deben quedar impunes quienes se saltan las normas. Otra cosa es que a veces hay un ejercicio asimétrico en esto de la preocupación que resulta indignante. Lo digo pensando en que en 2020 y 2021, en plena crisis por la pandemia, se vivieron en las islas situaciones de extrema gravedad por el repunte migratorio y no vi la misma sensibilidad política y mediática, como tampoco se escucharon las alarmas que sonaron ayer. Añado a eso otro apunte: estamos hablando, y no hay más que ver las imágenes, de inmigrantes subsaharianos, esto es, que no nacieron en Marruecos, un país del que podremos cuestionar muchas cosas, pero no viene mal ponerse en su piel y pensar cómo digiere a su vez esa presión migratoria. Finalmente, si la OTAN es solución, que también lo sea para lo nuestro.
Esperando al Consejo de Ministros. Como se ve que el acuerdo entre socialistas y Unidas Podemos se ponía casi imposible, el presidente Pedro Sánchez avanzó ayer que el paquete de medidas contra la crisis derivada de la guerra en Ucrania se prolongará hasta final de año. De manera que el interés ante el Consejo de Ministros de hoy queda un poco rebajado. No deja de ser una forma de pegar una patada al balón y ganar tiempo, que es claramente a lo que está jugando ya el presidente ante la evidencia de que el consenso con su socio de gobierno y sus aliados parlamentarios es casi una quimera. O flor de un día.
Estados Unidos, jueces y poder político. Se veía venir y se cumplieron los pronósticos: el Tribunal Supremo de Estados Unidos tumbó ayer el aborto como un derecho, lo que deja ahora la regulación en manos de los estados federales. En la práctica, supone que millones de estadounidenses lo tendrán muy difícil para abortar. Estamos hablando de un Supremo cuyos miembros elige el poder ejecutivo y, además, a perpetuidad, algo que conviene tener presente ahora que en España se reabre el debate sobre cuál es la fórmula idónea para la configuración de las más altas instancias judiciales. La realidad comparada es muy aconsejable.
