Cada vez resulta más claro que la derecha española en su conjunto, el PP y Ciudadanos, ha renunciado a la convivencia democrática entre Cataluña y el resto de España. La inquina con la que se han conducido frente al proceso independentista no solo ha roto los puentes entre ellos y los partidos del Procés, sino con los del resto de la oposición en el Parlament.
Apoyándose en una interpretación del 155 tan amplia que nos acerca a las formas dictatoriales del pasado no tan lejano, su objetivo ahora es la lengua catalana y, en general, el sistema educativo que la protege. Así que ahora el PP se ha empeñado en que, para asimilarse al resto de España, los catalanes sean monolingües (de castellano).
Todo esto puede hacerse porque PP, PSOE y Ciudadanos han visto que, cuanto más machacan a Cataluña, mejores expectativas electorales logran en el resto de España, aún teniendo en cuenta el peso electoral de Cataluña. Visto esto, no cuesta nada entender lo que están haciendo con una comunidad minúscula como Canarias. Nuestra escasa rentabilidad electoral se traduce en el olvido de nuestra lejanía y de nuestras dificultades para igualar las condiciones de los peninsulares. Pueden, como están haciendo, dejar la reforma del REF en el baúl de los recuerdos, dedicar los fondos del convenio de carreteras a decorar el Valle de los Caídos y vacilarnos con las bonificaciones del transporte.
Conviene recordar, a este respecto, el entusiasmo con el que la «nacionalista» Ana Oramas defendía la aplicación del 155 y el no menor entusiasmo de esos canarios que han aplaudido la mano dura con los catalanes. Y es que para algo nos tiene que servir ser los farolillos rojos de casi todo.
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