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Tenerife y las urgencias

Jueves, 1 de enero 1970

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La gravedad de las urgencias hospitalarias aparece y desaparece como problema en Canarias. Por supuesto, influye el frío y la calima pero políticamente se realza o no en función de las circunstancias del Ejecutivo de turno o, lo que es lo mismo, de CC desde 1993 y solo en ocasiones ha tenido consejeros de Sanidad de cuño popular (Mercedes Roldós) o socialista (Jesús Morera) desde entonces hasta la fecha. Las dos grandes problemáticas de la sanidad del Archipiélago son las listas de espera y los expedientes por responsabilidad patrimonial de la Administración. Sobre lo primero va por barrios; vamos, en función del hospital y la especialidad. Pero va mal. En cuanto a lo segundo supone una odisea que los afectados y sus familias accedan a la documentación solicitada al Servicio Canario de la Salud o que este le responda en tiempo y forma porque, en el fondo, juega a aburrir al ciudadano para que acuda a la vía judicial. Y a esto le añadimos el servicio de urgencias.

El Diputado del Común realizó no hace mucho una investigación junto al Defensor del Pueblo y las restantes defensorías autonómicas para evaluar la calidad y las principales correcciones que necesita el servicio de urgencias hospitalario. Los ejes discurrían, en términos generales, por la identificación de los derechos y garantías implicados en la asistencia sanitaria, la especial consideración de la atención a personas en situación vulnerable y, por último, las reclamaciones y sugerencias de los ciudadanos a modo de fiel barómetro del servicio. Y la recomendación que Jerónimo Saavedra le hizo a la Consejería de Sanidad, acabó esta aceptándola al Diputado del Común.

Sin embargo, no olvidemos el factor de la voluntad política. Y, cómo no, la manera en la que la responsable de las arcas públicas (Rosa Dávila) aprieta o alivia las peticiones de cada año del consejero del ramo. Y las bendiciones presupuestarias han llovido sobre José Manuel Baltar.

Me pregunto si Carlos Alonso saldrá públicamente ahora a reclamar mejores servicios de urgencias para los hospitales tinerfeños con independencia de que moleste políticamente a Dávila y a Baltar. Sería lo congruente con la posición que ha adoptado como presidente del Cabildo de Tenerife y, a efectos prácticos, como portavoz en sus ratos libres del Ejecutivo regional hasta que Fernando Clavijo cesara a los consejeros socialistas. Es decir, igual que hizo con las carreteras un día sí y otro también pidiéndole de todo a la responsable Ornella Chacón que, ¡ah, menuda casualidad!, era socialista. Los silencios públicos de Alonso es la placidez que Clavijo necesita pues de un total de 60 escaños solo dispone de 18 diputados. Y, según las normas básicas del parlamentarismo, ese espacio de reivindicación debería ejecutarlo la oposición. Va de suyo.

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