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La Confederación Canaria de Empresarios (CCE) lleva meses advirtiendo de que la economía canaria ha entrado en fase de desaceleración. Sin embargo, es difícil pensar en malos tiempos o tiempos más complicados cuando uno sale a la calle y sigue viendo las calles llenas, los restaurantes a tope y la gente mirando a dónde se va de vacaciones. Dos realidades parecen convivir en un mismo espacio-tiempo y de ahí que la botella puede verse medio llena o medio vacía. Los titulares de los medios de comunicación tampoco ayudan mucho -uno dice una cosa y otro, la contraria- al igual que decenas de estadísticas. Mientras unas apuntan a un empleo en máximos, crecimientos fuertes en las ventas del sector comercial y repunte en el gasto de los hogares otras indican que el número de trabajadores pobres crece al igual que las personas que acuden a organizaciones sociales a pedir ayuda. De forma que cada cual puede quedarse con aquel que más le conviene.
En estas circunstancias debería imperar el sentido común: si los precios son hoy más caros que hace un año, la hipoteca me ha subido 200 euros y mi sueldo se mantiene (o ha sufrido una ligera subida que ni por el forro cubre el alza del préstamo de la casa) mi nivel de consumo no puede, o al menos no debería, ser el mismo; sobre todo teniendo en cuenta que ya he quemado el colchón de la covid. Quizás es esto lo que está apuntando la CCE, un inicio de frenada y de parón del consumo que empezará a dejarse sentir a finales de 2023 y el año 2024.
El BBVA coincide, el próximo año habrá un parón turístico y Canarias lo notará, su economía y su empleo. Y en las islas, si se enfría el turismo, nos constipamos todos.
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