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Se ejecutó la moción de censura en Santa Cruz de Tenerife. No había sorpresa. La misma fue cacareada hace tiempo a pesar de los primeros desmentidos. Se gestó en plena pandemia. Y eso puede sonar improcedente o ruin, pero esa batería de réplica la perdió el PSOE desde que desalojó a Asamblea Majorera-CC en el Ayuntamiento de La Oliva. Aquella maniobra de Blas Acosta, sus consecuencias, aceleró la operación tinerfeña. Acosta no pensó que podría salir perjudicada Patricia Hernández y se ciñó a defenderse de un potencial ataque de Mario Cabrera. Pero en el multipartidismo ocurre que cualquier movimiento de piezas en el tablero tiene una contestación antes o después en otro enclave de las islas.

CC no solo recupera su feudo electoral sino que igualmente adquiere moral. La travesía del desierto comenzó hace un año y aún resta más de la mitad de la legislatura. Los cuadros y la militancia, sin poder institucional, se cansan o se desmovilizan. Por eso retomar esta alcaldía es un símbolo en aras de una especie de reconquista cuyo alcance, eso sí, está por ver. CC hace un curso se veía tocada de muerte electoralmente. No volverá a ser lo que fue pero resiste.

No habrá reunificación del nacionalismo canario. Fernando Clavijo preferirá liderar la organización que diluirse en una plataforma a crear junto a Nueva Canarias. Mejor ser cabeza de ratón que cola de león. A fin de cuentas, desde el primer instante se tomó el destino a Madrid como senador de designación autonómica a modo de un paréntesis que le pertrechase en los casos judiciales amén del aforamiento para luego retornar. Así las cosas, no hay condiciones materiales para una absorción. Clavijo se mueve entre las islas e impide cualquier maniobra que fortalezca a Román Rodríguez en ese, ya hoy muy hipotético, escenario. En términos coloquiales, no caben dos gallos en un mismo corral. La ideada reunificación del nacionalismo canario no tiene recorrido.

Por su lado, Ángel Víctor Torres respira tranquilo. Porque ni CC atesora la fuerza electoral del PNV (31 escaños sobre los 75 que conforman el Parlamento vasco -y el gallego-) ni Nueva Canarias la de BNG (19 actas) o EH Bildu (22 diputados). Al menos, por ahora. Los proyectos políticos hay que trabajarlos y requiere de organizaciones activas más allá de las instituciones. Y es que la vida institucional suele condenar a las siglas pues, entre unos comicios y otros, acaban por sestear en las diferentes administraciones y relegan el pulso del partido. El PSOE absorberá a Podemos en el archipiélago (el abrazo del oso) y, en cierta medida, podrá elegir socio en 2023. Clavijo estará encantado de ser vicepresidente y disponer de tres consejerías. Mejor eso que desaparecer de la primera línea política. Y si la crisis económica implica recortes, el desgaste socialista se repartirá con Nueva Canarias por encargarse del área de Hacienda. La única preocupación de Torres será Tenerife a nivel orgánico, pero eso ya es un clásico. Y siempre habrá, en el siguiente Gabinete, una o dos carteras con las que silenciar la crítica interna. Todo ello, sin mentar una posible salida de Casimiro Curbelo del Pacto de las Flores para darle la Presidencia a Clavijo. El jefe de filas de ASG no estará cómodo teniendo de compañero de viaje a Podemos tras su hundimiento electoral. El panorama está abierto.

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