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Lo de romper pactos poco antes de las elecciones está muy visto. Esto vale por lo ocurrido en Andalucía con el PSOE y Ciudadanos, a ambos les interesa comicios regionales cuanto antes a diferencia del PP, pero igual ocurre con lo que se estilaba en Canarias entre nacionalistas y populares. Eran los tiempos en los que la política isleña estaba dominada por tres partidos (CC, PP y PSOE) en el que dos de ellos pactaban y el tercero quedaba fuera. Nos pasamos así prácticamente dos décadas. Lo de ahora, lo de la minoría parlamentaria de Fernando Clavijo, es una rareza o excepción que a saber cómo termina siendo valorado en las urnas. Eso sí, la moción de censura se presenta y nunca se anuncia antes de tiempo. Y Clavijo, una vez roto el entendimiento con el PSOE, no temía que la oposición (tan plural como cansada de CC) se pusiera de acuerdo realmente para desalojar a Clavijo. Mucho ruido y pocas nueces.

Si trasladásemos el ámbito autonómico a los municipios, no daríamos cabida para tanto desatino. Basta con observar la composición tan fragmentada de ayuntamientos como Santa Brígida, Telde o San Cristóbal de La Laguna (hay múltiples ejemplos) para percatarse que la cosa se complica cuando entra en juego un sistema electoral razonable (el que rige en las locales con un 5% como barrera lectoral) y los pactos en cascada resultan imposibles. Además, no olvidemos que en los pequeños y medianos municipios los personalismos adquieren mucha importancia y si dos vecinos no se saludan eso puede causar una crisis de Estado. Llámenlo electoralismo si lo prefieren.

Por eso que Paulino Rivero y José Miguel Pérez aguantaran todo el mandato fue un mérito. Y no fue fácil. Ambos sufrieron presiones internas para distanciarse o incluso romper. Pero los dos hicieron honor a la palabra y por algo se tejió esa sintonía personal que redunda en el espacio público a favor de todos. Cuando Clavijo se subió a la tribuna para someterse a la sesión de investidura aún estaban sentados Rivero y Pérez en la bancada azul del Gobierno. Esa imagen dice mucho, máxime teniendo presente cómo ha sido de particular la política canaria. Y puede que pasen muchos años sin que se vuelva a repetir. Sobre todo, si el próximo Ejecutivo que se conforme tras los comicios de 2019 sea a tres o cuatro partidos. Cada consejería puede convertirse en una selva en la que sobresalgan los recelos de los socios. Ser titular de Hacienda debe entonces ser una tortura al atender peticiones tan dispares por unos y otros con la certeza de que los egos dominan por encima de todo. Si no emerge una generosidad que por ahora está ausente por completo, todas las decisiones (hasta la compra de la fotocopiadora) serán sujetas al análisis del rendimiento electoral. Prepárense.

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