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Ratones de laboratorio, seres sintientes y lengua

Ratones de laboratorio, seres sintientes y lengua

Voces, palabras ·

Y el hámster (de la familia roedora) fue animal de compañía… hoy descatalogado. Por consiguiente, no estará prohibido su uso para investigaciones científicas en laboratorios

Nicolás Guerra Aguiar

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 27 de enero 2023, 23:18

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Mientras aprendía con un extraordinario ensayo de Alfredo Herrera Piqué ('Pasión y aventura en la ciencia de las Luces') sobre el desarrollo de tal materia en el mundo clásico, supe también por algún número de National Geographic que los griegos ya habían sospechado desde finales del siglo VI a. C. la directa relación entre peste bubónica y roedores, fundamentalmente ratas y ratones (las enfermedades, habían concluido, se encuentran en la sangre).

Y no erraron. La ciencia del XIX (racionalidad, investigación, objetividad, experimentación…) confirma la conjetura de la medicina helena: las pulgas que parasitan en los roedores transmiten la enfermedad cuando inoculan concretas bacterias en el cuerpo humano. Por tanto, la proliferación de ratas entre personas implica -sucedió también en el siglo XIV europeo- el rápido contagio (las Danzas de la muerte, por ejemplo, son la constatación literaria del pánico desatado por la peste negra, rentabilizada casi como castigo divino por la Iglesia. Era la Edad Media: barbarie, fanatismo, integrismo. Recordemos 'El nombre de la rosa').

La lectura de algunos reportajes periodísticos sobre las nuevas disposiciones españolas de protección animal me refrescó lo arriba expuesto. Así, La Vanguardia analiza las normas aprobadas (octubre 2022) por el Gobierno actual. Ya desde las primerísimas líneas supe que los animales eran considerados 'cosas' o bienes. Y por 'La Razón' me entero de que los hámsteres (familia de los ratones) dejarán de ser mascotas con la Ley Animal recién estrenada. Introduzcamos, pues, ciertas curiosidades lingüísticas como hilo conductor del tema.

La voz 'cosa' a veces nos permite aproximarnos a su referente («La cosa está jodida, no hay medicación»). En otras ocasiones dificulta la posibilidad de una imagen clara, la forma material del objeto al cual se refiere («Esas cosas conocidas por muy poca gente»). Y ya resulta absolutamente imposible conocer de qué se trata cuando la usamos en construcciones como 'Ven, quiero preguntarte una cosa' o, a la manera miguelhernandiana, «...que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero».

Así pues puede referirse a casi todo... si no a todo, de ahí su consideración como «palabra baúl» (los tres primeros significados registrados en el Diccionario lo ratifican). Desde un objeto material («¡Cuidado, es una cosa muy frágil!») a una sensación («Es como si una cosa rara me subiera por la boca lestógamo»), pasando por un negocio («Tengo una cosa entre manos para conseguirlo») según el orden marcado por la obra de la RAE.

Es decir, tal inmenso campo de referencias se relaciona con todo lo que tiene entidad (corporal, espiritual, natural, artificial, concreta, abstracta, virtual); con cualquier materia de conocimiento o sensibilidad; con seres vivos… Por tal razón se convierte lo mismo en un instrumento, en algo inmaterial ( «Es una cosa que me sale del corazón») o, incluso, sirvió para referirse a personas (los esclavos eran 'cosas'; también negros e indios, pues no tenían alma). La cosa, pues, tiene miga… ¡y no es el pan!

Y como el mundo animal es incluso más ancho y ajeno que el correspondiente a la novela casi homónima (1941) del peruano Ciro Alegría, quien redactó la ley de 2022 es conocedor de nuestra riqueza léxica... y de las matizaciones que muchas veces impone. Así. por ejemplo, desde la mar 'plana' hasta la mar 'enorme' hay ocho variantes, ocho palabras distintas según la altura de las olas (lo precisa la escala Douglas).

Y por ese rigor selectivo, dentro de un planteamiento muy general la nueva Ley Animal usa a lo largo de su desarrollo voces concretas ('mascota') o la secuencia 'animal de compañía', construcciones ambas íntimamente relacionadas y, a la vez, requisitos indispensables para entrar en el bloque de animales permitidos en los hogares. A la vez reduce considerablemente el inmenso campo de las especies animales (entre aves, mamíferos y reptiles, por ejemplo, podemos hablar de casi veintidós mil variantes).

Racionalización y concreción, pues: el perro y el gato, por su propia condición de animales de compañía, lo son también de especial protección. Sin embargo, los perros de caza no fueron incluidos en el primer listado a pesar de impresionantes salvajadas sobre ellos. 'Teldeactualidad' publicó algunas fotos: el estado en que se encontraban eleva a la categoría de miserables a algunos seres humanos. (Por cierto: el hablante canario seseante suele usar 'cacería' en lugar de 'caza' para evitar la confusión con el sustantivo 'casa', la vivienda.) Quedan fuera las actividades taurinas, 'patrimonio cultural'. (¿'Patrimonio cultural' o subcultura? ¡Se hace sangrar al toro con lanzas, banderillas… para reducir su fuerza! ¿Por qué no saltan sobre el animal como en Creta, tres mil quinientos años atrás?)

Así, mascotas y animales caseros dejan de ser cosas y se convierten en 'seres sintientes', es decir, seres vivos dotados de sensibilidad: «No podrán ser embargados, hipotecados, abandonados, maltratados o apartados de uno de sus dueños en caso de separación o divorcio». (Desde el punto de vista lingüístico es llamativa la etiqueta de 'seres sintientes'. De hecho, tales sujetos deben recibir especiales tratamientos tras adquirir la categoría legal de animales 'con facultad de sentir', capacidad propia de los individuos animados.)

Pero resulta ser (a la manera de Monagas) que ratas, ratones... son también animales que sienten y padecen cuando se experimenta con ellos (por cierto: Chano no es 'un rata', pues el sustantivo común es gramaticalmente femenino. Pero sí «es más pobre que una rata»). Y el hámster (de la familia roedora) fue animal de compañía… hoy descatalogado. Por consiguiente, no estará prohibido su uso para investigaciones científicas en laboratorios.

Un caso curioso se produjo durante la pandemia; las restricciones y la escasez de ratas influyeron negativamente en el desarrollo de ciertas vacunas. Exactamente lo mismo que en la novela española Tiempo de silencio (1962): los casi inexistentes presupuestos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas frenaban la cría de ratones para investigar la cepa cancerígena MNA.

Animales 'sintientes', sí: sufren ante el maltrato. Pero son sacrificados por razones de investigación. ¿Cómo reaccionaríamos si alguna organización reclamara su defensa frente a la explotación científica?

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