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Ramírez y la Unión Deportiva

Ramírez y la Unión Deportiva

Jueves, 1 de enero 1970

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La Unión Deportiva Las Palmas vuelve a las andadas. Tras un escaso intervalo de victorias, pierde y se encaja goles sin más. Cuando empezó la temporada, el otro día prácticamente, ya apuntábamos el pronóstico del conjunto amarillo a medio plazo: un club que transita a mitad de tabla sin pena ni gloria. Eso, con suerte; porque las jornadas en las que se aviva el pesimismo, los hay que sostienen que habrá que sufrir para mantener la categoría.

El equipo no puede depender de dos figuras en el campo (Pedri y Viera) que son flor de un día en el sentido de su vinculación con la entidad amarilla. Así no se conforma una plantilla que más vale que sea una piña que un páramo en el que sobresalen uno o dos puntales que, por otra parte, desde que puede, Miguel Ángel Ramírez aprovecha para venderlos y hacer caja. Imperando el cortoplacismo, dictado por el dinero, difícilmente se construye un proyecto de futuro. Si acaso, cuando disponemos de un buen entrenador, pues la Unión Deportiva Las Palmas sube a la máxima categoría para luego descender a modo de un club ascensor.

En cuanto a los cánticos de la afición pidiendo la marcha de Ramírez, incluso en el derbi en Tenerife, que ya es decir que lo pidan justo ahí, escasa eficacia tendrá. Más que nada porque es el mayor accionista y, por lo tanto, eso no va a ningún lado. Es como pretender que el dueño de una casa recoja los bártulos y se vaya por el mero hecho de que en la puerta lo coree un grupo de vecinos. Claro, Ramírez es lo que es porque en su momento tuvo la osadía de echarse a la espalda a una Unión Deportiva Las Palmas que iba camino de desaparecer. Tiene su mérito. Le dio un chupinazo inesperado hasta que Ramírez se rodeó de algunas personas que nunca le dijeron lo que realmente pensaban y así aconsejarlo bien (porque directamente no tenían criterio) y vivieron de la ola. Ahora, que vienen mal dadas, Ramírez se topa con la soledad que es más bien la suya propia. Por eso, en cualquier empresa o grupo, tienes que rodearte de los mejores y no de la mediocridad abonada a la lealtad perruna. La incompetencia, antes o después, sale cara, muy cara.

De cómo esté un equipo de fútbol dice mucho de la ciudad (y de la isla) porque su presidente nunca es un empresario cualquiera sino que se le presume una autoridad y preminencia social que no disfrutan otros del gremio de los negocios. Su palabra, lo que diga o deje de decir, tiene eco en los medios de comunicación. Por eso, urge más (mucho más) que los trabajadores de Ralons Servicios cobren, de una vez, sus nóminas religiosamente y se les abone los siete meses que se les debe. Mientras esas familias sigan en vilo, en semejante desgarro en cada hogar, es secundario si la Unión Deportiva gana o pierde.

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