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Ramírez, contra las cuerdas

Jueves, 1 de enero 1970

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A Miguel Ángel Ramírez se le abren los frentes: el judicial, el empresarial, el deportivo y el social. En gran medida, muchos de ellos han ido siempre de la mano porque así le ha interesado. Ramírez es un empresario muy mediático, lo que redobla la presidencia de la Unión Deportiva Las Palmas. El fútbol le ha permitido promocionarse y gozar durante un largo tiempo del aplauso de una parte importante de la sociedad grancanaria en cuanto, hay que reconocérselo, tomó las riendas del club con una valentía (si no osadía) cuando nadie apostaba un euro por su futuro. Y lo llevó a Primera División. Sin embargo, los días de vino y rosas llaman a su fin. De hecho, el palco del recinto de Siete Palmas en el que tanto ha podido codearse comienza a despoblarse de autoridades públicas ahora que el conjunto amarillo se sumerge de lleno en el infierno del balompié. Las elecciones están cerca, y algunas fotos no interesan. Ramírez se encuentra en un trance judicial en el que se antoja como la gran prueba de fuego de cara a su proyección como empresario. Dicho en plata, o en esta cae del todo o si acaso se relanza.

El éxito meteórico de Ramírez es muy propio de esta tierra, de su economía y de su tejido productivo. Hay muchos Ramírez o intentos de Ramírez. Pero solo él, y unos cuantos en la historia reciente, logran alcanzar lo que representa. En Canarias los auges fulgurantes y los descensos implacables empresariales están al corriente a partir de cierto nivel o fama de la que disfrutar, y aquí Ramírez manda con creces. Lo que sucede en la actualidad, dada la orden de detención del juez, es que su margen de maniobra se estrecha ferozmente. Es como si el azar divino o la justicia poética quisiera hacer coincidir la pérdida de categoría de la Unión Deportiva con el auto judicial que ordena su detención. Todo ello, para mayor atrezo, estando en Miami; lo que ha alimentado todo tipo de comentarios y fábulas por el canario de a pie.

Por supuesto, preocupa más las nóminas que no han sido pagadas a sus trabajadores y las deudas contraídas. Pero no hay que obviar que este periplo de Ramírez seguirá dando que hablar y que afectará antes o después a la Unión Deportiva de la que es dueño. En los últimos meses la afición entona hacia el palco peticiones de dimisión que, en realidad, es gastar pólvora en salvas en cuanto que Ramírez es el accionista mayoritario. No puedes pedir que se vaya justo al que es propietario de algo. Es un contrasentido. El club no es de la sociedad isleña. Aunque esto, por el momento, estará tapado por el escándalo judicial.

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