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Cambullonero es uno de los temas más conocidos del cancionero popular canario. Lo escribió Néstor Álamo y Mary Sánchez lo hizo grande. Es ese que dice: «De La Isleta al Refugio y al Muelle Grande... son los hombres valientes, que dios los guarde... aunque vengan temporales, aunque asople el vendaval...».
Las buenas canciones perduran en el tiempo. Esta es evidente que lo hace y en éste, tan singular y esperpéntico, viene que ni pintada. Hay temporales y asopla el vendaval, lo que no está tan claro es si los hombres significados son valientes. A la vista de los acontecimientos tamaña virtud se echa en falta en algunos a los que se les han delegado importantísimas y trascedentes responsabilidades para el gobierno de la colectividad. Y es que una cosa es el dice y otra el jase, como bien refleja el refranero popular con el «mucho dice, dice y poco jase, jase», o el «por sus hechos los conocerán». Lo que estamos viendo a propósito de esa ilusoria república de Cataluña es un magnífico ejemplo. Han sobrado palabras rimbombantes y han faltado gestos honorables.
Los secesionistas con cargo, con el presidente de la Generalitat a la cabeza, llamaron a la gente a la calle para hacer realidad un referéndum que, decían, les iba a conducir a la independencia que, sin embargo, dejarían poco después en suspenso. Luego, henchidos de épica exigirían a los funcionarios que impidieran la aplicación del artículo 155, aunque ello les conllevase poner en juego sus puestos de trabajo, y anunciaron que obedecerían el «mandato heroico surgido del uno de octubre». Días después se olvidarían de la épica y votarían en secreto para eludir responsabilidades penales. Y por último la tocata y fuga a Bélgica para acogerse al amparo de un neofascista como Theo Francken.
Así canten misa, sus gestos les avalan. A poco que ha arreciado el temporal y el vendaval salen por patas. ¿Y los hombres valientes?
Todo es tan grotesco que parece un vodevil. Pero no lo es. Parece un divertimento y tampoco lo es. Se han valido de muchísima gente que creyó en la Ítaca que le prometían y que intuía que el cambio sustancial que anunciaban le iba a permitir aliviar las demasiadas dificultades con que transitan por la vida; pero una vez más se ha demostrado que solo la usaron como escudos para su perfomance, que alimentaron emociones y no dieron razones.
El problema es que las dificultades siguen ahí y, alguna vez, habrá que darles respuestas. Por eso, si como dijeran los comandantes sandinistas durante su lucha contra el tirano Somoza, hay que ser implacables en el combate y generosos en la victoria, bueno sería desterrar la desproporcionalidad y no olvidar ni estigmatizar a esos muchos miles de ciudadanos entusiasmados con la promesa de una vida mejor que fueron usados como bulto para hacer realidad una farsa delirante.
La precariedad, la pobreza, el desempleo, la desafección permanecen y hay que aliviarlas. De los falsos valientes, que dios nos guarde.
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