Yo, como el Govern, he tenido que cambiar el discurso. Hace tiempo que dejé de ver como protestas justificadas lo que se está viviendo en Cataluña. Lo de los últimos días es puro vandalismo. Una vez más, unos pocos descerebrados -o igual son más de los que me gustaría pensar- pervierten el sentido de una manifestación totalmente lícita. La detención del rapero Hasél por sus ataques a la corona la considero, como ya he expuesto en anteriores ocasiones por aquí, un atentado contra la libertad de expresión propio de épocas dictatoriales. Y que la gente salga a la calle para clamar contra una sentencia que arremete frontalmente contra nuestros derechos más básicos me parece totalmente necesario.
Publicidad
Por ello, lamento profundamente que con los saqueos a tiendas y destrozos del mobiliario urbano se les de la razón a aquellos que siguen considerando la figura del rey -huidas del país por trapicheos con dinero público mediante- sagrada e intocable. Al final, a los que perjudican estos inconscientes sin principios ni ideales que se apuntan a todo lo que conlleve algarabía para robar y dar rienda suelta a su locura, además de a los vecinos neutrales y comerciantes, son a los manifestantes que con responsabilidad y civismo hacen uso de su derecho a alzar la voz ante lo que consideran injusto.
Incluso el abuso policial se vuelve lógico, a pesar de las broncas entre los propios Mossos por dar más palos de los que proceden. Una espiral que vuelve a dejar la imagen de España ante el mundo, con sentencias desorbitadas, anarquía incontrolable en las calles y excesivas cargas de las autoridades, por los suelos.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión