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¡Pues claro que el incendio es en la misma zona, tolete!

¡Pues claro que el incendio es en la misma zona, tolete!

Jueves, 1 de enero 1970

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La isla no es solo un concepto geográfico, es una manera de mirar el mundo. La desgracia que se ha cernido sobre Gran Canaria, en forma de lenguas de fuego, hace que seamos conscientes de la impotencia que produce sentirse a la deriva en medio del océano. Lo sentimos al ver que los medios nacionales de comunicación meten la pata una y otra vez, cuando insisten en llamar Tejada a Tejeda o informan que el nuevo incendio se produce en la misma zona que el anterior. ¡Pues claro que es en la misma zona, tolete! Esto no es Australia, habitamos un territorio de 1.500 kilómetros cuadrados y esa pequeñez hace que todo se produzca en la misma zona. Esto no es un continente, en el que puede haber un incendio en Cádiz y otros en Castellón o Lugo. Nuestro territorio tiene la misma extensión que la provincia de Guipúzcoa y hoy como nunca somos conscientes de su pequeñez y su lejanía.

La peculiaridad de nuestro territorio es obvia, como enclave de la Macaronesia con unas riquezas naturales únicas. Pero es que su brevedad le otorga mayor valor, porque todo eso que nos hace distintos es escaso por falta de espacio. También le ocurre al resto del archipiélago y a las demás islas de esta zona atlántica. Hay especies autóctonas de flora y fauna comunes, pero hay otras que no están en todas las islas, y a veces perviven en una sola. Esta singularidad es la que hace especial a Canarias, aparte del patrimonio geológico y arqueológico que convierten a cada uno de sus territorios en un elemento muy especial para todo el planeta, y por supuesto para nosotros.

Luego están las personas. Gran Canaria soporta en su limitación un peso demográfico tremendo, que se cifra en seis veces la media de densidad de España. Y eso si contabilizamos solo la población censada, porque la actividad turística hace que Gran Canaria tenga siempre una población flotante muy numerosa. En un país serio, una isla de estas características y con estas condiciones (ocurre también con todas las demás) tendría que estar protegida por una normativa adecuada para el uso del territorio, las reservas naturales y la población. No hay que confundir esta demanda racional con teorías exacerbadas y delirantes que seguramente van a enarbolar los que tratarán de aprovechar el río revuelto para hacerse visibles. Hemos de pensar en un país como Holanda, con mucha población y poco espacio, donde todo lo que tiene que ver con el territorio está muy protegido.

Para que pudiera materializarse esta situación imprescindible para la supervivencia de una isla con características especiales (insisto en que esto vale para todas), en la que la escasez de territorio, su demografía agobiante y la rareza de su entorno natural, tendría existir un status especial. En la actualidad, se entrecruzan responsabilidades y competencias, que van desde la legislación europea hasta la municipal, pasando por la estatal, autonómica e insular. Como reza el adagio popular, demasiadas cuerdas para un violín, que para que suene bien ha de estar bien afinado y en manos virtuosas. Con la estratificación de decisiones se pierde tiempo y operatividad. Ese status tendría competencias reconocidas en todas las instancias que tuvieran que ver con el equilibrio del territorio, su naturaleza y su población, y debería estar dotado de recursos para llevar adelante su tarea y para afrontar crisis de forma inmediata porque las fuerzas de la naturaleza desatadas no entienden de burocracia.

Trato de mantener la cabeza fría en medio del dolor, la furia y la impotencia. Si alguien cree que la solución es buscar chivos expiatorios, empecemos por nosotros mismos, pues todos somos responsables en alguna medida, y seremos culpables si ahora seguimos de brazos caídos, dejando que la inercia siga su curso. No basta con hablar de lo urgente, hay que hacerlo de lo importante. Parece que hemos olvidado que la destrucción de nuestros bosques también afecta a los recursos hídricos y a la desertización. Es temerario que no se vea que esta es la prioridad absoluta. Si se hicieran las cosas con coherencia, mirando siempre el interés que está por encima de siglas, instituciones y competencias, seguramente no tendríamos que lamentarnos por estas urgencias que provienen de una larga cadena de errores y omisiones. Nos dicen que han cambiado las condiciones climáticas, pues si ahora la música es distinta habrá que imaginar cómo bailarla. Ese es el mejor homenaje a nuestros antepasados y la mejor herencia que podemos dejar, pues ya dijo Albert Camus que sin memoria no tenemos pasado y sin imaginación carecemos de futuro.

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