Protocolos iguales para todos
Jueves, 1 de enero 1970
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Esta semana Canarias recibió la visita de una delegación de la Organización Mundial del Turismo (OMT), en un reconocimiento expreso al buen trabajo hecho en materia sanitaria para contener la expansión del coronavirus covid-19, así como para dar impulso a la reactivación del turismo. La felicitación por parte de los dirigentes de la OMT es más que merecida, pues fue Canarias la primera autonomía que apostó de manera decidida por el llamado turismo cero, esto es, por sacrificar su motor económico, fuente de ingresos y generador de empleo, par así poner freno a la enfermedad.
Ahora está por ver cuánto se tarda de recuperar cierta normalidad en el negocio turístico, pues la confianza del viajero no se recupera de un día para otro. Para ello es clave que haya unidad de criterio y de protocolos, que es precisamente lo que escasea tras la desactivación del estado de alarma. Tampoco ayuda la proliferación de nuevos brotes por la geografía nacional, pero mientras estos tienen una vertiente sanitaria predominante en su solución, se echa en falta voluntad política en la fijación de esos parámetros de actuación iguales para todos. Lo decimos pensando, por ejemplo, en la decisión de varias autonomías de hacer obligatorio el uso de mascarillas mientras en otras se es más permisivo, o las diferencias en cuanto a las limitaciones de público en actos culturales y de ocio. En ese inventario no puede faltar el hecho de que hay regiones, como es el caso de Canarias, donde se prohíben las pipas de agua tan populares entre los más jóvenes, mientras que en la mayoría de autonomías hay permisividad total. Y si a todo eso le añadimos que para viajar entre autonomías o para hacerlo en el espacio comunitario no se exige la realización de test, acabamos teniendo el marco perfecto para que, fruto de esa movilidad y de la asimetría en las medidas, se puedan producir nuevos brotes de covid.
El inicio de la pandemia demostró la fragilidad del sistema sanitario cuando no hay unidad en la respuesta. Y no es solución la centralización cuando, como se vio en España, el Ministerio de Sanidad carece de estructura, mandos y logísticas para ello. Lo que corresponde, por tanto, es reflexionar sobre el riesgo de dejar las medidas al albur de cada autonomía cuando el problema es común y traspasa las lindes regionales sin problema alguno.
Estamos ante un virus que se hace fuerte allí donde flaquea la unidad de actuación y caer en los errores de los primeros momentos tendrían un altísimo coste. En vidas y, por supuesto, en la actividad económica.
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