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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

Por Luis López y José Sánchez

«Es una pena que sus vidas no puedan ser eternas, pero sí pueden serlo su ejemplo y su legado. Hagámoslo posible»

Jueves, 1 de enero 1970

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Gaumet Florido

La historia de los pueblos la escribimos todos, pero no cabe duda de que hay personas que dejan legado, que dedican parte de su vida a prestar un servicio a la comunidad que, aunque puede que no figure en los grandes libros, sí queda grabado con la fuerza del reconocimiento popular en la memoria colectiva de toda una sociedad. Es justo lo que ha pasado en Telde con dos de sus hijos, Luis López y José Sánchez, tristemente fallecidos recientemente.

Estas dos despedidas en el mes de junio pondrán la nota de amargura local a la huella dolorosa que ya de por sí dejará en Telde este año, sacudido, como el resto del mundo, por el impacto de la covid-19. Los dos dijeron adiós con discreción. Hasta el final respetaron aquella coherencia con la que vivieron. Pero, ahora que no están, nos toca a los que seguimos por aquí recoger ese testigo y, al menos, ponerlo en valor. Porque no todo el mundo se pasa 30 años o más de su vida pateándose la ciudad, escudriñando archivos y entrevistando a vecinos para poner negro sobre blanco en la historia de sus calles y el por qué de sus nombres. Fruto de ese entusiasmo, Luis, que trabajó en el Ayuntamiento de Telde desde 1964 hasta su jubilación, empezó a difundir sus investigaciones. Primero en Teldeactualidad, en su sección Calles de Telde, después en su facebook personal, donde nos ilustraba en sus Paseando por la ciudad, y por último, en su inacabada colección de libros sobre el callejero municipal. Se fue con 70 años y solo dos volúmenes publicados, dos pequeñas joyas para los que amamos la historia chica de nuestro pueblo. Me consta que el material lo tiene. Ojalá su familia pueda recuperarlo y darle continuidad.

Y la otra gran pérdida deja huérfana a la ciudad de un referente artesanal y también popular, porque Pepito Sánchez, o el belenista, a secas, como muchos le conocían, se había ganado a pulso un puesto de honor en el imaginario navideño de los teldenses. Durante 52 incombustibles años (se dice demasiado rápido), nos regaló a la ciudad y a Gran Canaria su entrañable nacimiento canario de la plaza de San Gregorio, un tesoro etnográfico que, así lo creo, ya forma parte de nuestras tradiciones y que, en un homenaje indeleble a Pepito, debería trascenderle para siempre, por muchos años más. Es una pena que sus vidas no puedan ser eternas, pero sí pueden serlo su ejemplo y su legado. Hagámoslo posible. Merece la pena.

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