Pestana y la lucha interna del PSOE

La decisión ejecutada por Anselmo Pestana de alojar a los inmigrantes irregulares en un complejo de búngalos ha desatado el presunto dilema de tener que escoger entre la eficacia económica de esta tierra (dependiente del monocultivo del turismo) o esgrimir los derechos humanos. De repente, las cosas se confunden y, como mecanismo de defensa, se apela al reconocimiento de las libertades para dar barra libre en el sur de Gran Canaria y tildar de xenofobia a los que discrepen de la orden de Madrid perpetrada desde la plaza de La Feria. Ahora bien, en realidad, lo que subyace es una pugna interna partidista sobre quién controlará el PSOE futuro en las islas. Es decir, hay algo más que un descontento social o una indignación del empresariado. Y, en función de cómo se solvente esta beligerancia, las coordenadas dentro del PSOE isleño serán unas u otras y, por ende, determinarán la suerte de Ángel Víctor Torres.

Pestana controla gran parte del PSOE en La Palma. Su nombramiento como delegado del Gobierno es un premio político. Algo habitual, nada nuevo bajo el sol. Hasta ahí lo normal. El presidente del Gobierno precisa de Pestana para el periodo congresual venidero. Pero no solo eso. Los que, en el fondo, esperan en la bajadita a Torres también requieren orgánicamente de Pestana. Y el delegado del Gobierno prosigue en su plan del traslado de los inmigrantes irregulares a uno de los destinos turísticos por excelencia en Gran Canaria: el Campo Internacional de Maspalomas.

No recula aunque Torres se ha decantado por los centros de titularidad estatal (entre ellos los acuartelamientos militares) como lugar sustitutorio. El palmero ya protagonizó otras guerras internas cuando articuló los pactos entre el PSOE y el PP en La Palma para desbancar a CC justo contra la consigna estipulada por José Miguel Pérez cuando era el secretario general en el archipiélago. Pestana se encastilla en la plaza de La Feria y espera, si acaso, a Torres que, a su vez, no tiene margen de maniobra y, de hecho, lo necesita. Por lo que todo se ciñe (dentro del PSOE y del PSOE de cara a la sociedad) en un ten con ten en el que la única escapatoria es que pasen los días sin que ocurra nada hasta que, eso sí, las presiones y las correlaciones de apoyos se remuevan tan solo un poco. Es una paradoja pues ahora mismo es cuando el PSOE acumula más poder institucional y, no obstante, vive atónito a trifulcas internas a son del delegado del Gobierno y la sanidad pública.

El control del partido se ciñe a una coexistencia pacífica, que durará lo que tenga que durar. A saber, hasta que un proceso electoral recoloque las piezas, la agonía en Madrid se recrudezca si no se aprueban los Presupuestos Generales del Estado o el trance en Canarias al calor del desempleo, la pobreza y la miseria en los siguientes meses lleve al Pacto de las Flores a lidiar con tensiones crecientes y recíprocas a los temores que ya se respiran en la calle. Pestana le ha creado un problema a Torres y, cómo no, al sector turístico. De momento, el PSOE está abierto en canal. Y no es poca cosa. Vaticina batallas mayores.