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Peligro democrático

Primera plana ·

Joe Biden no es carismático. Prueba de ello es la dificultad con la que ha vencido a Trump. El republicano está decidido a proseguir en su campaña jurídica

Domingo, 8 de noviembre 2020, 09:09

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Una de las imágenes icónicas de Estados Unidos, reflejadas en sus películas, es la del chico repartidor de periódicos que los va lanzando desde su bicicleta a los dos lados de la calle. Cuando cada amanecer abres la puerta de tu casa y te encuentras con la prensa, sabes que aún pervive la democracia. Todo un ritual. Con sus más y sus menos, con todos los inconvenientes que quieran, pero democracia al fin y al cabo. Cuando todos los medios de comunicación son de titularidad pública, y no hay concurrencia privada, mal asunto. Y desde esa premisa de contrapoder, se permitieron varias cadenas de televisión cortar la rueda de prensa de Donald Trump cuando observaron que persistía en la denuncia del fraude electoral sin aportar ninguna prueba. Cortaron al mismísimo presidente de la mayor potencia mundial, aunque sea en funciones. Y con solo esa decisión, la credibilidad de Trump mermó enteros en un santiamén. Y eso no lo pueden hacer las redes sociales. El locuaz mandamás atrincherado en sus diatribas en internet, fue parado en seco.

¿Quién vigila al vigilante? ¿Qué se puede hacer cuando el presidente no solo cuestiona la legitimidad del proceso electoral sino daña las bases esenciales del mecanismo democrático y aboga por aguantar cueste lo que cueste? Para eso no hay manual de instrucciones. Ojalá el mal perder de Trump se ciña a una pataleta inmadura, que ya está mal, y no vaya a mayores. Eso sí, zurcir la enorme división de la sociedad por parte de la Administración Biden se antoja complicado. Porque Trump actúa de esta manera en cuanto es sabedor que tiene una legión de seguidores que harán lo que él señale. Es decir, Trump no se limita a sobreactuar como un lunático en la Casa Blanca sino que es, ni más ni menos, hijo de su tiempo. Y el público, en buena medida, demanda 'trumpismo'. Y las fotografías de los manifestantes a favor de Trump escoltados por civiles armados causan pavor a este lado del Atlántico.

Me temo que hoy por hoy ya no es incuestionable la democracia. Que, salvando las distancias, se reproduce lo acontecido durante la Europa de entreguerras cuando las democracias liberales sucumbieron ante el auge de las masas y los nuevos movimientos (fascismo y nazismo) que arramblaron con el débil parlamentarismo y los años del ficticio o edulcorado esplendor surgido tras la Primera Guerra Mundial y que el crac de 1929 finiquitó para mal, entre otros, de la Segunda República que acababa de nacer.

Joe Biden no es carismático. Prueba de ello es la dificultad con la que ha vencido a Trump. El republicano está decidido a proseguir en su campaña jurídica que no tiene visos de prosperar. ¿Y entonces qué hará? Porque lo suyo es que transmita los poderes como hace cuatro años Barack Obama lo hizo con él: ordenadamente, pacíficamente. La alternancia que garantiza el cumplimiento efectivo del juego democrático. Eso es lo que está en entredicho fruto de la obstinación de Trump. Rezuma un autoritarismo posmoderno que puede salpicar a otros enclaves. Que Trump no encaje la derrota es turbio.

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