¿Qué falló en La Palma?

Como en Villar del Río -pueblo protagonista de la película de Berlanga- en La Palma nunca pasaba casi nada; la amabilidad de su gente, su tranquilidad y dulzura, unido a la escasa influencia de culturas externas, especialmente por el limitado peso del turismo, y a sus bellezas naturales le han hecho merecedora del calificativo de la Isla Bonita.

En Villar del Río la esperada comitiva que traía los dineros de EE UU para impulsar su desarrollo pasó de largo y dejó sumidos en la decepción y desconcierto a sus autoridades y habitantes. En La Palma la comitiva encabezada por Sánchez paró y tuvo la ocasión de ir conociendo de primerísima mano el drama humano que la lava iba dejando.

En un territorio como el que abarca la isla, de 708 km2, jamás ha habido una concentración de tantas autoridades estatales en tan corto periodo de tiempo. El presidente Sánchez visitó la isla en diez ocasiones; en el municipio de Los Llanos se celebró una Conferencia de Presidentes; la presencia de ministros y primeras autoridades se contabilizan por decenas y, sin embargo, en las elecciones del pasado veintiocho de mayo el pueblo palmero ha sancionado que la respuesta dada a las necesidades derivadas del volcán a las personas y bienes afectados no había estado a la altura de lo que ellos esperaban y necesitaban.

La maquinaria administrativa de España no funciona. Está vieja y obsoleta. Cada día es más compleja y lenta. A la voluntad política en cualquier nivel -local, insular, autonómico o estatal- le falla el instrumento encargado de llevarla a cabo y ejecutarla, es decir, el aparato administrativo.

En unos casos están fallando estrepitosamente las normas que los legisladores impulsan, eso sí, con el buen propósito de «agilizar trámites administrativos» pero que en la realidad lo que hacen es introducir mas burocracia; en otros casos, hace aguas la cultura garantista que predomina en la mayoría de los departamentos de ayuntamientos, cabildos y gobiernos autonómicos y estatal, donde parece que todo importa menos los problemas de las personas.

Las visitas de Sánchez a la isla fueron seguidas por los palmeros desde el agradecimiento y emoción inicial a la decepción, impotencia y desafecto con el que las han calificado los ciudadanos el pasado veintiocho de mayo.

Cada visita a la isla culminaba con una serie de compromisos orientados a recuperar los bienes, las empresas y las personas afectados, cuyo cumplimiento se eternizaba en el tiempo o, simplemente, se incumplía.

El fracaso político de la gestión llevada a cabo por el Gobierno de España en La Palma se consuma, además, en un contexto de gran responsabilidad y lealtad de todos los partidos políticos que estuvieron siempre poniendo el interés general de La Palma y el de los palmeros por encima de las mezquinas luchas partidarias.

La moraleja que nos deja el resultado de las elecciones del pasado veintiocho de mayo en La Palma es que nos es suficiente con estar presente y aparentar cercanía con el pueblo en situaciones como las vividas allí o similares. Eso también. Pero la respuesta urgente a los problemas de la gente no puede estar en manos de una administración ineficiente, lenta y que vive de espaldas a la realidad.

En La Palma no ha fallado la política. Ha fallado la falta de determinación y la maquinaria administrativa.