La delgada línea que separa audacia y temeridad

Ni sus sus rivales más acérrimos dudan de la determinación que ha tenido el máximo responsable de los socialistas a la hora de tomar decisiones, tanto en el ámbito orgánico como en el institucional.

Sánchez no se arrugó a la hora de dar la batalla interna para hacerse con las riendas del partido tras la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba; tampoco se rindió cuando internamente le obligaron a dimitir tras los malos resultados electorales obtenidos en las elecciones generales de los años 2015 y 2016. Mostró amor propio, coraje, determinación y sacrificio a la hora de recuperar la secretaría general en dura pugna con Susana Diaz y el viejo aparato del partido. Tampoco le faltó determinación a la hora de impulsar la moción de censura contra Rajoy apoyándose en nacionalistas, independentistas y podemitas. Fue audaz en los acuerdos fraguados con los partidos independentistas catalanes y vascos. Audaz también en las políticas impulsadas para rebajar las penas a los que se rebelaron en Cataluña en octubre de 2019. De la misma manera apostó con determinación, atrevimiento y osadía por blanquear políticamente a Bildu, herederos de Herri Batasuna, asociada a movimientos radicales de Euskadi.

En la convocatoria llevada a cabo por Sánchez para celebrar elecciones generales el próximo veintitrés de julio, mediando solo algunas horas del duro revés electoral en autonomías y ayuntamientos en los que gobernaba, hay no solo determinación y audacia; también hay algo de temeridad y atrevimiento.

Los resultados electorales dejan bien claro que la estrategia llevada a cabo por el PSOE no estuvo muy acertada, aunque cierto es que la mayoría de las encuestas apuntaban a un crecimiento de los partidos de centro derecha y un retroceso de la izquierda, fundamentalmente por las divisiones producidas en el seno de Unidas Podemos.

La fortaleza política del PSOE se sustenta en su gran implantación territorial en todo el Estado. La suma de sus estructuras locales, insulares y autonómicas le hacen un partido muy sólido y con gran penetración social. En ocasiones, la organización central en Madrid hace de eje tractor que mejora la posición que tiene cada uno de los territorios y en otras ocasiones su excesiva implicación en lo local es un lastre para éstas.

Pedro Sánchez convirtió la campaña como si de una primarias de las generales se tratara, tapando, sin pretenderlo, el trabajo llevado a cabo por sus alcaldes, concejales, presidentes de cabildos y consejos insulares, y gobiernos autonómicos. En esta ocasión, los mensajes enlatados a nivel nacional perjudicaban claramente los logros y acciones impulsadas en el ámbito local y autonómico.

La sorpresa y la rapidez con la que ha convocado las generales para el próximo mes de julio ha silenciado cualquier contestación interna; no hay ahora espacio para el análisis de lo que ha pasado, porque la prioridad ha pasado a ser la próxima contienda electoral de julio.

Pedro Sánchez ha demostrado con creces ser un político tenaz, intuitivo y audaz. Ahora mismo, con todos los pronósticos en contra, muchos analistas vaticinan que su descaro, atrevimiento y temeridad le llevarán a su fosa política. La esperanza de los socialistas está en que de otras parecidas a ésta ha salido.