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Otra vez la cuestión social

Otra vez la cuestión social

Jueves, 1 de enero 1970

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España en la poscrisis actual revive la cuestión social. La misma que marcó buena parte del siglo XIX y XX con la sociedad de masas, el proletariado y la escasez. Y fue, sin duda, el gran problema del país. Estos días se encuentra en cartelera La sombra de la ley. La película está ubicada en los años veinte, poco antes del pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera, y retrata la Barcelona de la burguesía, los obreros, las huelgas y las fábricas con el escenario de fondo del conflicto de Marruecos; bajo la certeza de que aquella sociedad no puede seguir así y que se huele, como finalmente ocurrió, que de un momento a otro aquello estallará provocando una Guerra Civil. Una sociedad podrida y sin valores donde muchos hacen caja y unos pocos mantienen vivos sus ideales; es más, aún no somos conscientes de las tropelías que se hicieron a cuenta de las tropas en Marruecos al calor de un falso patriotismo de billetera. Al largometraje no le falta acción, de hecho le sobran algunas balaceras, ni tampoco es la gran obra del año, pero es interesante tenerla presente si se quiere seguir premiando el buen cine español frente a las superproducciones del exterior. El reparto no está nada mal y sobresale el protagonista (un supuesto policía enviado desde Madrid como refuerzo) encarnado por el actor Luis Tosar.

Salvando las distancias, que son considerables, sí hay ciertos paralelismos con la actualidad. Barcelona ha protagonizado en los últimos años protestas antisistema y entonces los anarquistas anidaban en aquellas latitudes con importancia (al igual que en Aragón y Andalucía) a son de la pretendida revolución. Y dentro de los anarquistas se atisba cómo unos prefieren alcanzar el ideal revolucionario de manera pacífica y otros pretenden adelantarlo mediante las armas, lo que produce un enconado debate interno; la típica división que ha atenazado a la izquierda desde sus orígenes en el Viejo Continente.

Una ciudad que está a punto de ser un auténtico polvorín y unos pocos héroes de la calle que, en realidad, están confundidos consigo mismos. Porque hasta los héroes dudan o arrastran heridas del pasado aguardando que las cicatrice el alma. Hoy como ayer la condición humana influye en la política, y siempre los hay que van a su interés sin concernirles las consecuencias de sus actos en los demás. Eso sí, destaca una escena en la que el general Martínez Anido (que hasta hace poco tuvo una calle pequeña pero céntrica a su nombre en Las Palmas de Gran Canaria) ejerciendo de Gobernador militar y civil de Barcelona le dice a los periodistas para escurrir el bulto: «Ustedes los de la prensa siempre tan catastrofistas». Qué raro, el mismo pretexto que se esgrime hoy cuando se quiere silenciar a los periódicos.

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