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España se indigna públicamente cada vez que se conoce el caso de un niño al que le han destrozado la vida sus compañeros de colegio o de instituto, cada vez que sabemos que el bullying (acoso escolar) crece a pesar de las campañas que desde diferentes organizaciones públicas y gobiernos se lanzan año tras año. A ello se suma del ciberacoso. Las redes sociales se han convertido en un medio para el desprestigio, el insulto y la humillación, todo ello con el amparo que da el supuesto anonimato y la lentitud de la justicia cuando se logra poner nombre y apellidos al acosador.

Pero parece que la risa floja les sale a muchos cuando es la hija de una famosa que se dedica a contar su vida la que es objeto de insultos de todo tipo. Da igual que diga que no soy consumidora de televisión, que no soy partidaria del periodismo rosa, lo importante, lo vital, es que una niña de 18 años a la que los medios de comunicación ya pueden retirar los píxeles de la cara no puede ser la diana de miles de comentarios hirientes en internet. Sea hija de quien sea.

Hacer comentarios sobre el físico de alguien resulta tan absurdo, pero puede hacer tanto mal, que la única explicación que tiene es precisamente que la maldad no tiene límites. Ante este panorama desolador, los límites habrá que ponerlos a través del Código Penal. Pero creo que no es suficiente. La base para evitar el bullying, el acoso, la violencia de género, el machismo, asuntos candentes en nuestra sociedad, es la educación del individuo y del grupo. No puede ser que ante el maltrato al otro, ya sea físico o verbal, presencial o virtual, nuestra respuesta sea la pasividad, incluso el aplauso y la adhesión al colectivo. Hay que educar en el respeto a las nuevas generaciones, reeducar a las más viejas, y sobre todo, dar ejemplo. Y en ello la maquinaría televisiva tiene mucho que hacer, mucho que cambiar, mucho que mejorar.

Supongo que por mucho que la archiconocida Belén Esteban, de profesión comentarista de su propia vida, ya haya asegurado que la policía está investigando los comentarios que sobre su hija se han hecho estos días en internet, supongo, digo, también estará haciendo un acto de contrición, analizando cómo ella misma ha engordado a la bestia, que no son otros que los miles, no sé si millones, de seguidores y detractores que han sacado lo peor de sí mismos estos días en las redes sociales.

En todo caso, ¿por qué tanto odio?

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