Por respeto a mí misma
Porque hay una verdad en todo esto: el amor mueve el mundo, sí, pero el desamor lo acelera. Que se lo digan a Shakira, Leire Martínez o Andy y Lucas, que han convertido la ruptura en un modelo de negocio emocional
Debe llegar un momento en la vida, quizá al cumplir los 70, en el que todo te da exactamente igual. Y si no, que se ... lo pregunten a Isabel Preysler, que acaba de publicar sus memorias con una serenidad de 'porcelana' y la artillería pesada de unas cartas de amor, firmadas por Mario Vargas Llosa, y de desamor, solo una, firmada por ella.
Publicidad
Ya sabíamos que el Nobel escribía bien, pero nadie sospechaba que rozara el terreno de Bárbara Cartland: la abuela de Lady Di, aquella autora británica que convirtió el amor rosa en industria y de la que poco o nada, aprendió Carlos de Inglaterra, cuando el lugar de inspirarse en sus novelas románticas, le dedicó unas líneas mucho más directas y menos poéticas a Camila… en las que confesaba su deseo real, o su real deseo.
Porque hay una verdad en todo esto: el amor mueve el mundo, sí, pero el desamor lo acelera. Que se lo digan a Shakira, Leire Martínez o Andy y Lucas, que han convertido la ruptura en un modelo de negocio emocional. Y ahora, la Preysler se suma al club con un gesto digno: sacar las cartas, y dejar claro quien puso a quien de patitas en la calle.
Pero esta semana, España también se ha paralizado ante otro fenómeno pasional: 'Vera, una historia de amor'. Obra que ha dado el Premio Planeta a Juan del Val. Curioso que de la novela se hable poco, pero mucho de la dedicatoria a su mujer, de sus inicios en la construcción o de los kilos que ha perdido el último año. Pero así somos: nos fascina menos la literatura que la vida privada de quien la firma.
Publicidad
Mientras tanto, el filósofo Byung-Chul Han, recientemente galardonado con el premio Princesa de Asturias, nos habla de la sociedad del cansancio, pero viendo el panorama, creo que tocaría actualizar el diagnóstico: no estamos cansados, estamos hastiados. De tanta perfección, de tanto amor público y de tanta autopsia sentimental.
Quizás el hastío sea el último lujo de la madurez: mirar atrás, reírte, y decir como Isabel: «Por respeto a mí misma… hasta aquí hemos llegado».
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión