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En esta legislatura arrancará una nueva dimensión del nacionalismo canario. Hay un cuerpo social más que significativo que espera que su demanda política quede satisfecha para un tiempo de incertidumbres en el ámbito estatal en el que encima se encarará el debate de la organización territorial del Estado fruto del pulso catalán y el recelo de las derechas mesetarias ante el modelo autonómico. Los datos electorales son claros: la suma de escaños de Nueva Canarias y CC igualan al PSOE, 25 respectivamente por cada bancada. La acumulación del porcentaje de votos obtenidos el pasado mayo es aún más llamativo y Nueva Canarias y CC superan al PSOE.

El PSOE teme que el nacionalismo canario se rearme. Apela a que no hace falta ser nacionalista para defender Canarias y, sin embargo, luego en Madrid no se sonroja en recabar el apoyo del PNV, ERC y restantes fórmulas nacionalistas. La vara de medir que aplican en las islas es, por lo tanto, diferente a la del resto del Estado. Es una de las incongruencias de la naturaleza de cualquier partido mayoritario: mientras pueden intentan achicar que emerjan otras opciones y, cuando ya son realidades electorales consumadas, acaban por digerirlo y dialogar con ellas. Canarias merece en Madrid la misma defensa que el País Vasco, Cataluña y Galicia. Y, las cosas como son, la disciplina de voto dentro del grupo socialista, popular o el que se tercie, obliga a sacrificar cuantas veces se precise las inquietudes del pueblo canario cuando el jefe de filas lo exige. Y, por supuesto, Cataluña será la eterna prioridad al que dirigir todos los esfuerzos a costa del resto. Quien no abandera su causa, permanece silenciado. Y las islas no deben ser relegadas en el espacio político cuando justo el cuadro electoral desprende que hay nacionalismo social por mucho que intenten actualmente ningunearlo.

Nueva Canarias tiene una ocasión histórica para liderar desde su predominio institucional ese nuevo tablero del campo nacionalista. Y esa cumbre convocada por Paulino Rivero y Juan Manuel García Ramos acogería todavía más enjundia si se celebra en Gran Canaria en cuanto que fue habitual invocar que en esta isla no había sentir nacionalista y, por el contrario, la presidencia del Cabildo recae en Antonio Morales y el vicepresidente de Canarias es Román Rodríguez. Es verdad que ya otra isla de la otra provincia, que no es Tenerife, se ha ofrecido como anfitriona de la mencionada cumbre. Y es un gesto aplaudible. Pero en Gran Canaria, donde justo dominaba PSOE y PP en época del bipartidismo, véanse los resultados de las elecciones generales de 2008, 4 diputados para el PSOE y otros 4 para el PP de los 8 que se repartían en la provincia, concentraría mayor atención e irradiaría un relato de crecimiento y expansión hacia el resto del archipiélago que hasta hace no mucho era inimaginable. Y en esto tiene su influencia la consolidación de Nueva Canarias. El pueblo canario aguarda los cambios por venir del nacionalismo que se prepara en las islas.

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