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Mujeres escritoras y otros debates

Mujeres escritoras y otros debates

Jueves, 1 de enero 1970

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Desde 2016 se celebra el Día de las Escritoras, el lunes de octubre más cercano al 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa. Podrían haber escogido otra fecha y como estandarte otra mujer, tipo Virginia Woolf o la griega Safo, pero, como la idea surgió en España, al final paramos en la tradición de siempre. Si la cosa iba de escritoras en nuestra lengua, Teresa de Ávila está bien, ya que en el seno de sus congregaciones enarboló la bandera de la igualdad de géneros, aunque tal vez yo habría pensado en otro tipo de escritoras, más conectadas con la vida real, como Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal, Carmen de Burgos, Rosa Chacel o María Zambrano, por no alejarnos demasiado. El caso es que en estos días se reivindica justamente la figura de la mujer en la literatura, y como suele ocurrir cuando una represa se desborda, a veces hay excesos, pero todo eso forma parte del movimiento que pretende que cada persona que se dedique a la literatura tenga el eco que merece su obra, independientemente de si es hombre o mujer.

No tengo la vitola para medir la calidad literaria de cada mujer u hombre que publica libros, sea literatura o ensayo en cualquier disciplina. Está claro que es impresentable que en una institución con la Real Academia de la Lengua, si quitamos el antecedente más político que técnico de doña María Isidra de Guzmán a finales del siglo XVIII, la primera mujer que formó parte de la RAE fue la escritora Carmen Conde en 1979. Es decir, solo en los últimos 40 años ha habido mujeres en una Academia centenaria, y desde entonces solo 7 mujeres han accedido a un sillón de los más de 50 que tiene la RAE. Como algunas ya han fallecido, podríamos decir que ahora mismo menos del 10% de los sillones de la RAE están ocupados por mujeres. La desigualdad es tan evidente, que como muestra basta recordar que la insigne y laboriosa doña María Moliner nunca entró en La Academia.

Y este es solo un botón, porque lo mismo podríamos decir de ilustres listados oficiales como el Cervantes, que ha concedido 43 galardones, ha premiado solo a 5 mujeres, de las cuales dos españolas. Desaparecieron sin ese reconocimiento escritoras tan imprescindibles como Carmen Martín Gaite, y resulta inexplicable que no lo haya recibido María Victoria Atencia una de las grandes voces poética de nuestra lengua, por poner solo un ejemplo. Cada año salían airados reivindicadores clamando por Juan Marsé, y ya empiezan a gritar por Javier Marías, pero no vi que nadie se preguntara por qué iba a morirse sin él nada menos que Ana María Matute, que al fin lo recibió, pero otra imprescindible, Carmen Martín Gaite se fue sin él, y a nadie pareció importarle.

La literatura de una sociedad es fruto de muchas manos, unas son reconocidas y otras no, y a veces, cuando los “olvidos” son continuados y diría que deliberados, uno piensa que al final se impone la literatura, que no importa que murieran sin el Nobel Borges y Onetti, o que de momento sigan negándoselo a Margaret Atwood. Ocurre por aquí con el Premio Canarias. Mientras los jurados estén compuestos mayoritariamente por anteriores galardonados, será un club privado en el que la literatura queda en segundo plano. Por ejemplo, la poesía tiene un largo y sólido recorrido en Canarias, pero hay que fijar las referencias, pues esa y no otra es la misión de los premios institucionales. Hace unas semanas, hablaba con gente que tiene menos de 40 años, lectores habituales de poesía, algunos poetas ya publicados e incluso galardonados. Les pregunté por sus referencias poéticas y saltaban varios nombres canarios de distintas generaciones, pero había dos que se repetían: Eugenio Padorno y Elsa López. Me sorprendió que algunos de los presentes creyeran que ambos eran Premio Canarias desde hace mucho tiempo, no concebían que no lo fueran, lo cual vendría a abonar la idea de que al final los premios no importan. Pero sí importan, porque son el espejo en el que se mira una sociedad, y que estos poetas no sean Premio Canarias quiere decir que este galardón no está cumpliendo su principal objetivo.

Pues lo mismo sucede con las mujeres escritoras en general. No hay que sobrevalorar a las mujeres para cubrir cuotas; se trata simplemente de ser justos, que cada cual ocupe su lugar en razón de su obra y no de su sexo. Esa es una demanda justa porque, como se ha visto en los ejemplos que aquí se han mencionado, son demasiadas las veces en que se ha hecho exactamente lo contrario, minusvalorar la obra de las mujeres. El año anterior se distinguió por este motivo a la mencionada poeta Elsa López y este año el homenaje ha sido para Isabel Medina. Hay que visibilizar a las mujeres escritoras, y trabajar para que llegue un momento en el que no haya necesidad de recordar que el talento literario es independiente del sexo de quien escribe, porque será señal de que se reconocen trayectorias literarias, sin más. Ojalá veamos ese día.

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