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En este país no vale ser equidistante. Josep Ramoneda nos lo decía hace poco en uno de sus escritos en El País, en lo único que coinciden los dos bloques enfrentados, ahí siguen en Cataluña, es en el rechazo a los equidistantes. O se está con uno o con el otro. Aquí no hay otro lenguaje que el de la victoria o la derrota.

Mientras andamos en esas, la realidad se ha encargado de demostrarnos que no ha ganado nadie, o lo que es lo mismo, hemos perdido todos. Toca, pues, salir de ahí, porque, de lo contrario, seguiremos perpetuándonos en el desastre en el que llevamos instalados desde hace mucho. Buen reto para el año que empieza.

A los políticos incapaces de 2017, los hechos están a la vista, les toca hacer política, que no es otra cosa que resolver la parálisis en la que nos encontramos. Unos con unos cuantos votos más y otros con unos pocos escaños más por obra y gracia de esas reglas del juego por las que un día decidimos regirnos y todos aceptamos. Todo un galimatías que, sin ninguna duda, no parece que pueda resolverse con frentismo. Miren por donde, tal vez los equidistantes puedan terminar haciendo entrar en razones.

Ni la unilateralidad sirve, ni el soberanismo está eliminado. El independentismo ha fracasado y el 155 tampoco ha sido la solución. Caballeras y caballeros: a hablar, a negociar, a ceder, a entenderse, a convivir, carajo, que es la única manera de progresar. El año 2017 acaba evidenciando el fracaso de unos estilos y el 2018 exige nuevas maneras. Eso sí, conociéndolos, sinceramente, no hay que abrigar muchas esperanzas, pero la necesidad obliga y no queda otra que salir del actual bloqueo.

Están y estamos obligados a dar respuesta a esa población joven, que es el futuro, que no puede emanciparse porque no tiene trabajo, ni ingresos suficientes para vivir dignamente, con casi la mitad en riesgo de pobreza, a pesar de su buena formación, como hemos sabido esta semana gracias al informe del Observatorio de la Juventud de España. Y es que si la juventud no trabaja, no puede vivir, no puede emanciparse, formar una familia, la sociedad camina hacia el colapso de las pensiones y el relevo generacional, hacia el colapso global. Evitarlo ha de ser la prioridad.

2018 obliga a ser capaces de menguar la creciente fractura y desequilibrio social. Llegados aquí, vaya un reconocimiento a ese acuerdo social, escenificado este martes, por el que el gobierno se compromete a subir el salario mínimo un 19% hasta 2020. ¡Bien! Contemplar a todos los agentes sociales sentados en una misma mesa es imagen que dejamos de ver hace demasiado; aunque el contento mengua cuando conocemos que el compromiso está condicionado a que la economía crezca por encima del 3,5% y se creen 450.000 empleos al año. Sin embargo, no hay condicionante alguno en el pacto alcanzado por el gobierno español con la Alianza Atlántica de incrementar en más de un 80% su actual gasto militar en los próximos ocho años; mientras en pensiones, desempleo, prestaciones familiares y para la infancia, exclusión social y dependencia seguimos por debajo de la media europea, incluso por debajo de Grecia y Portugal, que fueron intervenidos por la troika.

Sin duda, 2018 exige nuevas maneras.

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