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Menos unión, más depresiva

Jueves, 1 de enero 1970

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En Marzo de 1990, previa apropiación del Renault 5 de una de mis tías, mi padre y yo nos fugamos de una comunión para ir al Insular a ver un Las Palmas-Burgos; partido, no se crean, de enjundia. Con los castellanos como líderes de Segunda. Ese día decidí que mi vínculo con la Unión Deportiva sería indivisible por los tiempos de los tiempos, un amor romántico en el lodazal del infrafútbol que nada ni nadie podría romper.

Repasando las incidencias de aquel partido en la hemeroteca, este diario reseñó que el gomero Chinea, entonces en el Burgos, repartió ramos de claveles por las cuatro gradas. Que en la primera parte un espectador soltó un gato en el terreno de juego y en la segunda, un aficionado cayó de boca al césped al «alongarse» en exceso sobre las vallas de la Naciente.

Pero ahí no acabó todo. Apesadumbrados por un empate sin goles que seguía rebajando las expectativas de ascenso de la Unión Deportiva, bajo un palo de agua, llegamos frente al antiguo Palacio del Hielo, donde habíamos dejado aquel usurpado R5 y comprobamos cómo en el medio de la ciudad alguien había tenido tiempo de robar los cuatro neumáticos. Esas cosas podían pasar en una Las Palmas de Gran Canaria en la que mucha gente galopaba aún sobre el caballo marrón.

Aquellas desgracias legendarias, embellecidas por la retórica y la distancia, muestran una etapa más austera del club, años de camisetas oficiales desgastadas por la lavadora, pero mucho más honesta. Sin los francisco nicolases y el resto de la farándula de medio pelo que hoy pasillean por el club y quitan el foco del terreno de juego. A pesar de lo gris de aquellos años, en los que no sonaba para nada descabellado el latiguillo de Unión Depresiva, todavía nos podíamos creer que el club era nuestro. No preso de un modelo presidencial y, claramente, fallido.

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