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Maestro y pupilo

Maestro y pupilo

Jueves, 1 de enero 1970

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Es conveniente tener referentes en la adolescencia. Modelos que orienten y sirvan de estímulo para saber qué camino tomar en la vida: yo quiero ser el día de mañana como este o aquel. Por supuesto, hay que seleccionarlos bien. Puede ocurrir incluso, y ocurre, que con el tiempo y la madurez relativices o sopeses la grandeza de aquella luz que te marcó. Es ley de vida. En política sucede algo similar. Y es el caso de Pablo Casado ante José María Aznar. El primero es el pupilo y el expresidente del Gobierno es el maestro. Se miran y se saludan con cariño, las fotografías hablan por sí solas. Y esas cosas, como el amor, se huelen. Casado tiene en Aznar su referente, por lo que Mariano Rajoy pasa a ser un paréntesis en la historia del PP. Es natural y comprensible por parte de Casado y, de hecho, le otorga concordancia a su trayectoria: él quería ser como Aznar.

El problema está cuando vemos las dos caras de Aznar al comparecer en el Congreso de los Diputados. Dialécticamente pudo con Pablo Iglesias y Gabriel Rufián, lo que forma parte de la crónica política. La cuestión está en que el lado oscuro de la financiación del PP sigue sin esclarecerse. Es decir, era forzado el debate sobre si España participó y envió soldados a la Guerra de Irak (cuando no hay duda que así fue) sino que el meollo era la contabilidad de la calle Génova. Por eso la boda de la hija de Aznar por todo lo alto en 2002 en El Escorial con todo el desfile de invitados importaba y mucho aclarar por el origen de su presupuesto. Claro que en su momento este enlace pomposo ante la opinión pública del que fuera jefe del Ejecutivo marcó simbólicamente el inicio de su desgaste, pero ahora tocaba dirimir los fondos del convite.

Casado seguirá en la adolescencia política mientras no se ventile el asunto de su máster. Aunque da pena el escenario actual en el que todos los dirigentes a izquierda, derecha y centro son cuestionados por sus itinerarios académicos. Cada día que transcurre sin que sepamos realmente que hay de cierto y que no en todo esto, la ciudadanía se distancia cada vez más de sus referentes en el espacio público. Lo de Aznar en cierta medida ya pasó, y lo preocupante es la podredumbre actual que asola a los teóricos primeros espadas del Parlamento. No es de extrañar, por lo tanto, que algunos programas de televisión se hayan convertido en una especie de espectáculo donde la información sirve para inyectar sensación de jarana a la audiencia. Aznar retornó a la plaza pública por excelencia. Lo malo es que sus sombras son en el presente reemplazadas por otras igual de turbias. Sin remedio.

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