Madrid no merece esto
Viendo el percal que se ha montado en Madrid con motivo del cambio de fase, me doy cuenta del nivel de cinismo al que pueden llegar algunos con tal de ganar su particular pulso ideológico. Y aunque la opinión de ellos ahora es lo que menos cuenta, porque la importancia está en las decisiones que toman los de arriba, de las que depende la salud de millones de madrileños con los que compartí ciudad y aventuras durante cuatro años, no deja de sorprenderme como los mismos que ayer cargaron y con razón contra Sánchez por haber reaccionado tarde ante el virus, defienden hoy a Ayuso en su ciego afán de evolucionar en la desescalada aún con informes sanitarios que lo desaconsejan.
¿Las ya vidas no importan? Han querido incluso querellar al presidente del Gobierno por no haber tomado en su momento precauciones suficientes contra un enemigo desconocido, y ahora que contamos con mucha más información sobre el Covid-19 y de lo que es capaz, hay quienes apoyan que la dirigente de Madrid actúe con precipitación y premeditación. No lo entiendo.
Y no es que no me fíe de la primera candidata del PP que pierde unas elecciones en Madrid después de 32 años, de una mujer que tras nueve meses en el poder no ha aprobado ni el presupuesto ni ninguna ley, de alguien que es capaz de superar la bochornosa compra del Estado de material sanitario defectuoso, no solo repitiendo el error semanas después, sino directamente perdiendo dos aviones cargados de equipamiento médico. Tampoco dudo de las destrezas de una política que aboga por la comida basura para los menores sin recursos, que es capaz de hacer una fiesta multitudinaria en Ifema o antepone las fotos -con las de El Mundo a punto estuvo de llorar- a las reuniones con los presidentes autonómicos con las que se pretenden llegar a acuerdos que nos unan frente a esta pandemia.
La cuestión es que me inspira más confianza la tinerfeña Yolanda Fuentes, hasta la semana pasada directora de Salud Pública en la capital. Ella sí antepuso la salud del pueblo antes que su jugoso salario dimitiendo. Se negó a dejar su rúbrica y convertirse en cómplice de una petición temeraria. Un gesto que la convierten en ejemplo y motivo de orgullo para los canarios y, sin embargo, deja en peores manos a mis amigos madrileños. Ellos no merecen esto.