Resulta curioso que una comunidad cuya primera «industria» sea el turismo de sol y playa tenga que aprovechar la modificación de la Ley del ... Cambio Climático para crear «una red de refugios climáticos». Hasta ahora ninguna administración, sea local, insular o regional, se ha dado cuenta de la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático y el aumento de las temperaturas. La costumbre autóctona es construir parques sin árboles, plazas de cemento sin sombra, pérgolas sin techo y senderos sin zonas de descanso.
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Basta ir a cualquier área de las denominadas «recreativas» para darse cuenta de que la última prioridad es que la gente se refugie del sol.
El problema es mayúsculo cuando se traslada a los centros escolares: patios sin sombras o zonas verdes y, cuando por pura casualidad las hay, los bancos están dispuestos para que el sol los deje inservibles.
Si Europa hiciera un mapa pintando los puntos rojos de las ciudades ante el aumento de las temperaturas, toda Canarias sería una gran mancha. Eso sí, para contrarrestar se recurriría a la propaganda para plublicitar al archipiélago como el «epicentro» del solajero mundial.
Dada la costumbre local, no resulta noticioso que una ley, de solo un año de edad y dedicada a un asunto tan primordial, requiera modificaciones porque no se tuvo en cuenta esa obviedad, pese a las recomendaciones del comité científico. Así es la política que practican nuestros políticos. Ellos hacen como que se dejan asesorar por personas expertas para terminar optando por lo que le interesa a los grupos de interés de turno.
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