Vea la portada de CANARIAS7 de este domingo 7 de diciembre de 2025
La noria en Santa Catalina. Arcadio Suátez
...y los gatos tocan el piano

Vecindad, no figurantes

Sábado, 6 de diciembre 2025, 23:12

En Las Palmas de Gran Canaria se ha instalado, hace ya mucho tiempo, una idea peligrosa: que una ciudad es, ante todo, un decorado. ... Un gran plató donde los responsables municipales disponen de los espacios como si fueran escenarios que cambian de atrezzo entre acto y acto. El problema es que, a diferencia del cine, aquí hay figurantes que no lo son: la vecindad, y esta no siempre aplaude.

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Cualquiera que cuestione el ruido o reclame descanso es acusado de anhelar una urbe gris, aburrida, casi monacal. Pero el debate no es entre diversión y tristeza, sino entre convivencia y imposición. Hay vecinos que quieren dormir. Hay vecinos que trabajan de madrugada. Hay quien incluso madruga. No es tan difícil de entender y, además, les asiste la ley.

Llama la atención que la estación de guaguas de Manuel Becerra sea una estación de quita y pon. Carnavales: se cierra. Fiestas del Carmen: se cierra. Navidad: se cierra. Las guaguas entonces se esparcen por toda la calle Juan Rejón y la Avenida. Nadie sabe dónde queda la parada, porque donde antes figuraban las líneas ahora hay un carromato de perritos calientes y papas fritas 'gourmet'. El transporte público es esencial… hasta que deja de serlo.

Los carnavales son otro ejemplo. Reparten casetas y escenarios como quien tira las comas a texto ajeno y si se quedan pegadas a las viviendas peor para sus ocupantes.

Y esta Navidad, más de lo mismo. ¿De verdad no hay lugares en la ciudad donde poner los cochitos sin que desde la noria se vea cómo hace la familia «X» el potaje de lentejas?

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Lo preocupante no es solo la acumulación de decisiones discutibles, sino la narrativa que las acompaña. Cualquiera que exprese malestar es tachado de aguafiestas, de enemigo del progreso, de querer una ciudad muerta. Pero una ciudad muere precisamente cuando deja de ser un lugar habitable y se convierte en un escenario donde la vida real es un estorbo. Las ciudades son para vivirlas, no para sobrevivirlas. Y vivirlas implica compatibilizar ocio y descanso, actividad económica y derecho a la tranquilidad, fiestas populares y servicios esenciales. Gobernar, en esencia, es negociar equilibrios. No se trata de apagar la música, sino de que no suene a costa de quienes no pueden elegir si escucharla.

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