Batalla perdida
La inmigración se ha convertido, una vez más, en un campo de batalla política. Lo preocupante no es solo la falta de soluciones reales ... al fenómeno migratorio, sino el modo en que algunos partidos, como Coalición Canaria o el Partido Popular, utilizan este asunto como herramienta de confrontación con el Estado. El ejemplo más reciente es el de los menores migrantes no acompañados, un tema sensible que debería abordarse desde la corresponsabilidad institucional y la humanidad, no desde la lógica partidista.
El discurso de que «el Gobierno central no cumple con Canarias» puede tener cierto recorrido político a corto plazo, pero a largo lo único que consigue es fortalecer a la ultraderecha. Vox, que llega este domingo a las islas, ha hecho de la inmigración y de su supuesta relación con la delincuencia su principal bandera. Cuando los partidos tradicionales adoptan parte de su retórica o convierten este tema en un pulso con Madrid, lo que hacen, en realidad, es allanarles el terreno.
Es el mismo error que recientemente cometió el PP de Madrid con el aborto: situarse detrás de los avances sociales. Solo al comprender que no podía oponerse frontalmente a los derechos consolidados, ha empezado a recuperar parte del terreno perdido. Con la inmigración ocurre algo parecido: intentar competir con Vox en el terreno del miedo o la desconfianza es una batalla perdida.
Es evidente que los territorios frontera, como Canarias, soportan una mayor presión migratoria. Pero también es cierto que nuestro archipiélago, como polo de atracción turística, depende de un modelo económico que necesita mano de obra, especialmente en los sectores más precarizados. Y hoy son muchos migrantes quienes sostienen servicios esenciales como el cuidado de mayores, la hostelería o la limpieza. Negar esa realidad es, además de injusto, profundamente hipócrita.
La gestión migratoria necesita coordinación, recursos y humanidad, no ruido político ni discursos simplistas. Convertir a las personas en mero instrumento político, además de inmoral solo beneficia a quienes viven del enfrentamiento y del miedo. Si algo necesita Canarias no es más crispación, sino una política migratoria seria, solidaria y europea.
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