Si te empeñas, lo logras

En el otro, un barrio marginal de cualquier ciudad. En la capital grancanaria podría servirnos cualquier lugar –menos la turística zona baja– donde ir al colegio es un triunfo, llegar al instituto un sueño y alcanzar la universidad, una quimera. Hay que trabajar o buscarse la vida, que lo mismo da mientras entren euros en casa. Obviamente, quienes ocupan ambas posiciones no están en igualdad de condiciones, pero la gran farsa que hemos logrado crear es que sí. Si te esfuerzas, lo consigues. Si te empeñas, llegas. Si lo deseas con todas tus fuerzas, lo logras.

Decía el filósofo alemán Jürgen Habermas que, en la cuestión de la vida individual, la Filosofía se había dejado ganar la partida por la autoayuda. Si el famoso módulo de inteligencia artificial que analiza los enfrentamientos entre Ian Nepomniachtchi y Ding Liren en el campeonato del mundo de ajedrez se aplicara al caso, arrojaría una ventaja decisiva para la psicología folk. Es más, la derrota en tan avasalladora que necesitaremos décadas, si no siglos, para remontar.

Quizás, en esta situación, lo único que podamos hacer es «complicar» una partida que no se mueve. Pero para ello hace falta que esa gran mayoría de la sociedad, que simplemente está mirando el tablero con una cerveza en la mano, tire por fin la lata y se arremangue. Tímidamente, lo vamos viendo. Los precios imposibles de la vivienda, el descontento con la sanidad, los ínfimos sueldos y la mala calidad de los empleos empieza a hacer mella en la «clase media» que confiaba en que ellos, que están en la parte del tablero con desventaja, iban a ser más listos que nadie y mágicamente el día menos pensado compartirían mantel con Obama, Spielberg y Springsteen. Ahora, que ya notamos que la posición es desesperada, es posible que nos demos por aludidos y dejemos de hacer el bobo pensando que alguno de esos tres es uno de los nuestros.