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Lucas y las mamadas

Lucas y las mamadas

José L. Reina

Jueves, 1 de enero 1970

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La desesperación de Albert Rivera, o lo que queda de él, por hacerse notar es tal, que se ha propuesto hacer el ridículo cada dos días antes de las elecciones, lo cual tiene mucho mérito. Se puede hacer el ridículo de muchas maneras, pero cuando las encuestas vaticinan un estropicio electoral, todo se acelera, y por lo tanto la manera en que se hace roza el patetismo.

Soy de los que se ilusionó con el salto al tablero nacional de Ciudadanos. Su coherencia en el mensaje, el carisma de su líder, y la solvencia del equipo tuvieron un primer impacto muy positivo para la política. Significó la aparición de un partido liberal, de centro, con propuestas coherentes y que llenaba un vacío que no ocupaba ni el PSOE ni el PP.

El pico del partido naranja llegó a tal punto que ganó con solvencia las elecciones catalanas, sin posibilidad de gobernar por los pactos, y con una Inés Arrimadas que se postulaba como seria candidata a ser la primera mujer que ocupara la Moncloa a medio plazo. Pero de aquel partido ya no queda nada. Solo un líder desquiciado que tiene que tirar de perritos para ver si rasca algún voto. Pero ni el pobre Lucas, que al parecer huele a leche, le salvará la papeleta a Rivera, que tendrá con total seguridad una guerra interna en su propia casa en caso de que se confirme el batacazo. No son buenos tiempos para Ciudadanos, y eso, guste más o guste menos, no son buenas noticias para España.

En cuanto al resto de candidatos, fue tal la mediocridad mostrada durante el debate electoral, que de lo que más se habla es del lapsus linguae de Pablo Iglesias, con aquello de las manadas y las mamadas.

Tan flojas fueron las propuestas, tan pobre el nivel intelectual de los candidatos, que al final de lo que más se ha hablado en esta corta pero cansina campaña ha sido de un perrito y de un lapsus. Sánchez aguantó el tipo como pudo, que no es poco, y por lo tanto se le puede atribuir una victoria moral. Abascal, muy seguro, sorprendió al resto con una presencia poderosa. Le vino muy bien ese debate. A Casado le falta agresividad. No se trata solo de dejarse barba, no fue capaz de hacerle daño a Sánchez, y eso un líder de la oposición no se lo puede permitir. Y Pablo Iglesias, que suele ser el mejor parado en este tipo de duelos, estuvo algo más comedido de lo habitual. ¿Por qué será?

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